José Manuel Nieves, que es periodista y responsable de la sección de ciencia y tecnología del
diario ABC cuenta que la Península Ibérica
se “tragará” el Atlántico dentro de 220 millones de años; es decir, que dentro
de nada podremos ir en bicicleta desde la Fuente del Gallo de Orihuela del Tremedal, que es
un pueblo de Teruel donde Franco desterró a más de un político, hasta el Gran
Cañón del Colorado o hasta Las Vegas sin el Océano de por medio. Las placas
tectónicas se mueven como la nata sobre la leche y dentro de 220 millones de
años, digo, 220 millones de años no es nada, Europa y América serán un solo
continente y podremos mezclar churras con merinas sin que haga aspavientos el
ministro Montoro, que se ríe hasta de su sombra. Estamos asistiendo al
nacimiento de una zona de subducción que no te quiero contar. Es como cuando el
pez gordo se come al chico, o como cuando los ordenadores de la Agencia Tributaria
no detectan los documentos de identidad de los primeros cien números y, en consecuencia,
no se pueden practicar declaraciones paralelas para comprobar si es cierto lo
que escrituraron trece notarios y asentaron trece registradores de la Propiedad respecto a
determinadas compraventas. La Agencia
Tributaria, que se nos come por los pies, como parece ser que
sucederá con Andrómeda cuando succione a la Vía Láctea dentro de
unos pocos miles de millones de años,
tiene sus agujeros negros y nadie sabe aún lo que pasa dentro de ellos. Tanto
es así que, cuando el ministro de Hacienda trata de explicarlo, lo complica
hasta límites sorprendentes. Galicia y Portugal cerrarán el Océano como
Santiago Matamoros cerró España con aquella arenga medieval en la Batalla de las Navas de
Tolosa, en la provincia de Jaén, y que está en contraposición con el “Santiago
y abre España, a la libertad y el progreso” que gritaba el feo, burlesco y
chepudo Dorio de Gádex en “Luces de Bohemia”. En este espejo cóncavo en el que
nos miramos los españoles mientras hacemos aspavientos, observamos una
televisión en la que aparece todo un teatro de títeres tratando de quitarle
importancia a lo importante, a lo que nos afecta de lleno. Y hasta nos asusta
que dentro de 220 millones de años la Tragantúa Europa
se coma a la imponente América con patatas fritas. Cada día que pasa, los
españoles nos parecemos más al asustadizo perrillo de Max Estrella. Pero todos
nuestros espantos se disipan cada vez que gana nuestro equipo de fútbol un
partido de liga. Es como si los barruntos de tormenta y de granizada gorda
desaparecieran de repente por el hecho de encomendarnos con fervor al Guerrero
del Antifaz o al Capitán Trueno.
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