Un hijo de la duquesa de Alba, Cayetano Martínez de
Irujo y Fitz-James
Stuart, duque de Arjona y conde de Salvatierra, jinete y terrateniente, vino
a decir en el programa televisivo “Salvados”, en la “Sexta”, que la Andalucía rural es un
vivero de vagos. Cayetano dijo que “lo
que pasa en Andalucía a nivel laboral no
sucede en ningún sitio de España” y que
“los agricultores andaluces tienen pocas ganas de trabajar”. El hijo de la Duquesa de Alba, la mujer
que más subvenciones agrícolas recibe de la UE, describía una Andalucía rural “de pana y ajo”
como si estuviéramos en la
España de los años 30 del siglo pasado. Pero yo me pregunto: ¿qué
hubiera sido de la economía catalana sin los andaluces y los extremeños durante
el desarrollismo? La integración de los andaluces en Cataluña durante los
50/60 fue una aventura penosa y llena de
tropiezos. Subirse al tren para marchar a una tierra para ellos desconocida y
con una lengua y unas costumbres diferentes no fue fácil. Cataluña, con sus
840.000 andaluces desplazados, llegaría a ser considerada, y no es exageración,
como la “novena” provincia andaluza.
Según el profesor Marín Corbera, “las autoridades les acogieron con recelo y
los alojaron en infraviviendas, los empresarios estaban satisfechos de poder
pagarles poco, y los obreros catalanes llegaron a desconfiar de la dura
competencia”. Aquellos, para muchos
catalanes “malditos charnegos”, fueron
capaces de lograr el milagro de hacer de Cataluña una región privilegiada. Algo
parecido sucedió en el País Vasco con el refuerzo impagable de
castellano-leoneses en la proyección internacional de sus empresas
siderúrgicas. Ello viene a cuento con algo que acabo de leer en el diario ABC
de Sevilla. Resulta que un empleado de Bodegas Caballero, en El Puerto de Santa
María, “desde los 14 años no ha parado de trabajar, y tiene ya 84”. Francisco Parra García,
que así se llama este inagotable trabajador, lleva cotizados a la Seguridad Social 70 años ininterrumpidamente y ha comentado a
ese medio que seguirá trabajando “mientras el cuerpo aguante”. Que se entere la
ministra Báñez.
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