En nuestro afán por reactivar la
“marca España” en un intento, no sé si
vano, de recuperar la deteriorada imagen de un país asfixiado por la crisis
económica y sembrado de políticos corruptos, España se acaba de poner de largo en el Parlamento europeo. García
Margallo llamó en Bruselas a superar la machadiana “España de charanga y pandereta”. Ahí se
quedó. Podía haber continuado con lo de “cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María” para redondear. Y en Bruselas se presentó la
“marca España” como si se tratase de la arnicheana señorita de Trevélez, donde
hubo flamenco, gastronomía, moda y hasta dos jamones para degustar, de los que
no quedó ni el hueso. Bélgica tiene buena cerveza, mejores chocolates y gofres y, curiosamente, cuenta con tantas “estrellas
Michelín” como Francia. Por esa razón entiendo nuestra dificultad de
penetración y la conveniencia inaplazable de que en este país se reúna a la
mayor brevedad un grupo de sabios (como ahora se está haciendo para liquidar el
Pacto de Toledo sobre pensiones, o sobre el manejo de la televisión pública, o
la privatización de los hospitales públicos) y crear un “manual” de cierta consistencia, para que García-Margallo
pueda entregarlo a los presentes cada vez que se celebre un acto para potenciar
la “marca España” entre los asistentes a
la fiesta; y a ser posible, del mismo formato ameno que detentan esos programas
que se entregan a la entrada de los teatros, generalmente bien elaborados.
Dentro puede comentarse algo, siempre de forma somera, sobre la paella
valenciana, la sangría, las morcillas de Burgos, el chorizo de Pamplona, la
fiesta de los toros, el flamenco (pero sin pasarse) y el amor que el Gobierno
siente hacia nuestros mayores, facilitando los agradables viajes del Imserso.
Y, así, cuando la “marca España” se imponga del mundo al otro confín, ya
quedará tiempo para ahondar en otras materias, verbigracia: la cría de conejo
de corral, el arte en la fabricación de botijos en La Alpujarra, los inmensos
beneficios del alioli en nuestras ensaladillas, el pan tumaca y aceite de oliva
virgen extra y el guanajo relleno a lo criollo, que no es del todo español pero
que aparece en “El nuevo manual de la cocinera catalana y cubana”, según la recopilación
de Juan Cabrisas en 1858, cocinero que fuese de la fonda de los Tres Reyes, y
que era una de las diez fondas que había en la Barcelona de mediados
del s.XIX; o sea, Fonda del Caballo Blanco, fonda del Sable, Fontana de Oro,
Gran Comercio, fonda de las Moscas, Escudo de Francia, Fonda Grande, fonda de
las Cuatro Naciones y fonda de la
Plaza de San Miguel. Estas cosas, bien contadas en papel
couché y acompañadas de unos vinos de Somontano, ayudan mucho como pistón de
bomba aspirante en el riego por aspersión de nuestros brotes verdes.
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