Hay que rescatar del olvido la Formación del Espíritu
Nacional y darle un nuevo enfoque, o sea, adaptarlo a los tiempos actuales,
donde se dé una clara explicación de la realidad económica de España, la
realidad social, la misión de España en el mundo, lo antiespañol en la Historia y todas esas
zarandajas que se estudiaban, no ya en los cursos de Bachillerato, sino en la Universidad, con
aquella asignatura que se llamaba “Formación política” obligatoria para los
tres primeros cursos de todas las carreras desde 1944. Lo que se estudiaba en
Bachillerato, Plan 1957, se fue degenerando progresivamente hasta terminar con
la lectura de “Luiso, María matrícula de Bilbao”, de José María Sánchez Silva y
Luis de Diego, que consiguió el Premio Virgen del Carmen y fue publicado por la Delegación Nacional
de Juventudes en la
Editorial Doncel. La asignatura de “política” la solía dar un
señor entrado en años, de fino bigote y que lucía en la solapa de la americana
la galleta reducida de alférez provisional (estrella de seis puntas sobre fondo
negro). Ese mismo señor del bigotillo también solía dar Gimnasia. Era una forma
de recolocar a muchos alféreces provisionales en tiempo de paz. A otros se les
daba una poltrona en los sindicatos verticales, en el SOVI, o se les ponía al
frente de un estanco para vender pólizas y cigarros “ideales”. Aquella historia
de la famila Urteche, todos navieros bilbaínos, serviría de guión para una
película de Ladislao Vajda, el mismo director que había rodado años atrás
“Marcelino, pan y vino”, también de Sánchez Silva, y que obtuvo un gran éxito
de taquilla. Parece ser que aquel viejo barco mercante con el que se rodó la
película se había botado en Reino Unido en 1890 con el nombre de “Robín” y que
sería comprado diez años más tarde por el naviero vasco Eduardo de Aznar y de la Sota, marqués de Bérriz (título
concedido por María Cristina en 1900), y le cambió el nombre por “María”.
Eduardo de Aznar, sevillano de nacimiento aunque su abuelo era de Búbal (en el
oscense Valle de Tena), fue un gran impulsor de la revolución industrial en el
País Vasco a finales del s.XIX. Su biografía daría pie para escribir un
interesante libro. Como decía, habría que
rescatar del olvido la
Formación del Espíritu Nacional. Lo malo es que la realidad
social y económica de España no da para mucho. Pero tal vez, de ser escrita al
alimón entre Luis Bárcenas y Carlos Fabra, con ilustraciones de Miguel Blesa al
estilo de como las hacía Gustave Doré y prólogo de José María Aznar la cosa
cambiaría. No sé si le concederían el Premio Virgen del Carmen, como sucedió
con “Luiso”, pero les aseguro a ustedes que sería todo un bestseller. Habría que
hablar con Lara de inmediato.
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