De entre todos los ministros de
Educación que ha tenido el Gobierno de España, hay dos de ellos que tienen
ciertas peculiaridades. Me estoy refiriendo, por un lado, a Julio Rodríguez Martínez, nombrado por el
almirante Carrero Banco. Fue un ministro fugaz pero que, pese al poco tiempo de
su mandato, revolucionó las aulas con la famosa “reforma juliana”, o sea, una
reforma de calendario consistente en que los cursos debían comenzar el 7 de
enero para terminar el día de san Silvestre. Aquello produjo un gran rechazo en
toda la comunidad universitaria; aunque, pese a ello, se aplicó en 1973, o sea,
que los alumnos tuvieron que esperar desde octubre de 1973 hasta enero de 1974
para dar comienzo al curso en primero de carrera de todas las universidades
españolas. El asesinato de Carrero, el 20 de diciembre de aquel año, mandó al
traste el peculiar calendario del ferviente seguidor del las ideas de Blas
Piñar. Por otro lado, a José Ignacio Wert Ortega, actual ministro de Educación,
Cultura y Deporte, que ha recortado 1000 millones de euros por mes en los
presupuestos de Educación y ha provocado el despido masivo de profesores
interinos para “alcanzar -según afirmaba- los objetivos de déficit público
impuestos por la Unión
Europea”, a base de aumentar el ratio de alumnos por aula de
hasta un 20%, de ampliar el número de horas lectivas del profesorado, del
recorte de sus salarios, de la no cobertura de las bajas de profesores de una
duración inferior a los 15 días; del aumento de las tasas universitarias; y de la
introducción de tasas de hasta 350 euros en la Formación Profesional
de Grado Superior. Y este señor Wert, al que una decena de excelentes alumnos
le negaron el saludo a principios de mes y
que sufrió la mayor pitada recibida por un ministro en democracia el
pasado viernes mientras acompañaba a la Reina a un concierto, se permite el lujo de
cuestionar hoy lunes que un estudiante que no saque un 6’5 de media en sus
estudios deba seguir en la
Universidad. Si la inteligencia es la velocidad de reacción
para percatarse de que uno está equivocado, Wert debería hacérselo mirar. El
ministro Wert se ha convertido en el ministro peor valorado por la ciudadanía,
según Metroscopia, por debajo de las ministras Mato y Báñez. Mato no da la cara
en público desde el “affaire” de su exmarido, y Báñez confía en la disminución
del desempleo mediante un milagro de la Blanca Paloma. Apañados
estamos.
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