De Antonio Burgos extraigo, y que yo no sabía, aquello que predijo el
canciller Bismark: “Estoy firmemente
convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos
queriendo destruirse a sí mismo y todavía no lo ha conseguido”. Este es un país
insólito. Aquí, en Zaragoza, donde resido desde antes de que al Pilar le alzaran las dos últimas torres que
dan al norte, o sea, la de san Francisco
de Borja y la de santa Leonor (haciendo
memoria del matrimonio que las costeó, Francisco
Urzáiz y Leonor Sala), resulta que esta pasada noche un tipo de 30 años ha
resultado herido grave al intentar salir del taxi que le llevaba no sabemos
adónde por una ventanilla. Está claro, por la edad del viajero, que éste no
había transitado nunca a bordo de los viejos carruajes de ferrocarril, aquellos
que disponían de balconcillo y una manivela para frenar el convoy, en los que
avisaba: “Es peligroso asomarse al exterior”. Era un aviso con pleonasmo
incluido, que lo hacia más contundente y aparatoso. La noticia sigue contando
que el taxista dio negativo en la prueba de alcoholemia. Hombre, hacer soplar
al conductor cuando un viajero se tira en plena carrera de punta cabeza contra
el asfalto está fuera de lugar, salvo que se trate de un desasosiego
insuperable al ser conducido por del chofer de Drácula. Recuerdo cuando el periodista Mariano Gracia (En “Tinta de
hemeroteca”, enero 24, 2011) se hacía eco de una entrevista para Heraldo de Aragón sobre los últimos
coches de punto arrastrados por caballos, que en Zaragoza circularon hasta
1953. Y recuerda cuando uno de los últimos cocheros, Cayetano García, contaba al periodista Marcial Buj: “Cuatro pesetas carrera. Créame que se pierde dinero.
Por eso mismo se retiraron los demás. Todas encerraron y vendieron los
caballos. El coche no da para mantener a una familia”. En aquella entrevista,
el cochero recordó el coche de Francisco Urdáiz: “El coche de don Paco: ¡cómo alegraba las calles
zaragozanas aquel soberbio ‘milord’
de cuatro jacas con sus cascabeles y sus adornos! ¡Qué color le echaba! ¡Y qué
lástima que dejara de salir!”. En fin, ha sido necesario que un descerebrado se
tirase de cabeza esta pasada noche por la ventanilla de un taxi, para que
hilase la noticia con el recuerdo de Cayetano García, el último conductor de
simón que tuvo Zaragoza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario