La noticia del diario Abc señala que ayer martes, “la cúpula
militar almuerza con Don Juan Carlos”. A mi entender, Juan Carlos de Borbón, general en la reserva, puede comer con quien
le venga en gana. Pero acudir vestido de uniforme militar a la sede del Estado
Mayor de la Defensa
para comer con el ministro Morenés,
el jefe de E.M. de la Defensa,
almirante Fernando García Sánchez, el jefe de E.M. del Ejército de Tierra, Jaime Domínguez Buj; el jefe de E.M de la Armada, Jaime Muñoz-Delgado; y el jefe de E.M.
del Ejército del Aire, Francisco J.
García Arnáiz, en estos momentos tan delicados en Cataluña y cuando una
amenaza secesionista hace correr ríos de tinta en la prensa escrita, no parece
que sea lo más oportuno. Ni es el momento más acertado ni los españoles han
pedido al rey cesante que intente domeñar y poner sordina a imaginarios ruidos
de sables. Es decir, tal reunión en torno a un mantel se hubiese visto con
total normalidad por los ciudadanos en tiempos de su reinado, cuando las aguas
políticas estaban serenas. Pero a día de hoy
esas aguas son de mar arbolado y ese homenaje, dadas las circunstancias,
puede entenderse de forma torticera por buena parte de la ciudadanía que no ve
las cosas claras en España. Los avisos a
navegantes deben hacerse, en cualquier caso, desde el Congreso de los
Diputados y desde el Senado, que son las cámaras en las que reside la voluntad
popular. Los banquetes en la sede del Estado Mayor del Ejército, con la
asistencia de la cúpula militar, y con la asistencia del exjefe del Estado
vertido de uniforme, sólo son comprensibles en un Estado bananero. Si la cúpula
militar tenía el deseo de homenajear al que fuera Jefe Supremo de las Fuerzas
Armadas durante 39 años, podía haberlo hecho en un restaurante de Madrid
vistiendo trajes de calle, como lo haríamos todos los ciudadanos. Ah, y pagando
el agasajo a escote. Los españoles no estamos para comilonas castrenses con
cargo a nuestro bolsillo.
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