Señala Jesús Alfaro en Vozpópuli
que “no podemos protegenos frente a la incompetencia. No hay medidas preventivas
que podamos adoptar para evitar los desastres que provocan los incompetentes”.
Y pone algunos ejemplos: José Antonio Sánchez, que tras aparecer en los
papeles de Bárcenas y hundir Telemadrid, le acaba de conceder el
Gobierno la presidencia de RTVE; Ana Mato, mujer de dudosa
reputación ética (caso Gürtel), “cuya capacidad de gestión se le suponía
-como el valor a los militares que nunca han combatido- cuando su amigo Rajoy la hizo ministra”; Magdalena
Álvarez, a la que Felipe González colocó de ministra pese a que “fue una
incompetente de estatura sideral, capaz de que le montaran el mayor fraude a las arcas
públicas de la historia de la democracia delante de sus narices sin – según
ella – enterarse de nada”; etcétera. Antaño todo era distinto y
determinados incompetentes aupados a cargos de responsabilidad eran como
anodinas guidas escarchadas sobre pasteles de merengue. “El Estado –según
palabras de Alfaro- hacía pocas cosas y la mayor parte de ellas muy simples:
mantener un ejército y el orden público, pagar los sueldos de los maestros y
poco más”. (…) “Pero todo cambió cuando el Estado decide sobre cosas
complejísimas y se ocupa de cosas que requieren un enorme talento gestor”. Ahí
es cuando ya no sirven los incompetentes ni los amigotes ni los “versos
sueltos” capaces de meternos en tremendos líos internacionales. No se debe
conceder un puesto público de responsabilidad a un sansirolé de mierda cuyo
aparente mérito a ojos de quien le nombra es el de no parecer demasiado ladrón.
Como cantaba Manel Joseph con la Orquesta Platería
en la balada de “Pedro Navaja” : La vida te da sorpresas, ¡ay, Dios…!
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