Ya han puesto los turrones a la
vista en los “mercadonas” y los “eroskies” (me acabo de inventar el plural) que
hay cerca de mi casa. Sólo falta que vayas a comprar pasta de macarrones o una
lata de bonito y te pongan la musiquita de “pero mira como beben los peces en
el río…”. “Hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad”, que decía don
Hilarión en “La Verbena
de la Paloma”.
Tanto adelantan que cualquier día se juntará la Navidad con la Semana Santa y ya no sabremos
si el Hijo de Dios acaba de nacer o ya lo están matando. Un amigo mío, cada vez
que se enfadaba decía “me cago en el turrón”, que era una forma hipocorística
de exonerar el vientre en la señora madre del que le producía el enfado. Bueno,
no era una forma hipocorística del todo, puesto que la palabra griega hypokoristikós significa “con caricias”,
y no hace al caso. El hipocorístico de Francisco es Paco y de José, Pepe, ya lo
sé. Pero cuando alguien se caga en el turrón, no sabemos si con almendras, es
que está muy cabreado con las comisiones bancarias que le han aplicado en los
derechos de custodia de valores mobiliarios; o con el vecino que pone la radio
muy alta a las siete de la mañana. Yo le sugerí que mejor dijera “me cago en
tó”, pero no me hizo caso. Por cierto, existe un libro de Francisco
Martínez Montiño, titulado “Conduchos de Navidad”, escrito en 1584.
Martínez era el jefe de cocinas de Felipe II y en ese libro se refleja la costumbre de comer turrón
en las fechas navideñas ya en el siglo XVI. En ese libro hay una certificación:
Suma de la Tasa.
Juan de Peyuelas, Secretario de la Cámara del Rey nuestro Señor,
y de Gobierno (sic) del Consejo
Certifico que habiéndose visto por los
señores en él, el Libro intitulado Conduchos de Navidad, su autor Francisco Martínez
Montiño, Cocinero Mayor del Rey, que con licencia la sido impreso le tasaron a
seis maravedis (sic) cada pliego, a cuyo precio, y no a más se vendiese, y que
esta certificación se ponga al principio de cada libro, para que se sepa el a
que precio se ha de vender, salvo que estuviere encuadernado. Y para que conste
lo firmo en Madrid a 3 septiembre de 1585.
Don Juan de Peyuelas
PRO=
El libro es de suma importancia
gastronómica. Se hizo una edición facsímile en abril de 1959 a cargo del entonces abogado y amante de los
fogones José Guardiola Ortiz y a expensas del Ayuntamiento de Alicante, que
entonces presidía Agatángelo Soler. Esa edición estaba agotada y se hizo otra
en 2012. La segunda parte del libro lo tituló “Gastronomía alicantina”. En el
prólogo se cuenta que “aprovechando el pretexto de la llegada a Alicante de una
embajada japonesa, en tiempos de Felipe II, y de los agasajos y homenajes que
en nuestra ciudad recibieron tan exóticos visitantes, convierte en autor del
libro al cocinero mayor de tan austero rey, llamado Francisco Martínez Montiño.
Con tal argucia, Guardiola, en un castellano rancio e insuperable, compone la
obra, y la dota de cuantas ‘aprobaciones’ y ‘licencias’ fueron necesarias,
dedicando a ‘obtenerlas’ el tiempo que transcurre desde el quince de Julio de
1.585 al tres de Septiembre del mismo año. Que ya, en aquella época, empezaban
las dificultades”. Recomiendo su lectura.
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