Dos personas distintas y un solo
rey verdadero. Leo en Vozpópuli que
“Zarzuela, [La], evita que el rey Felipe
coincida con su padre en actos públicos”. (…) “No parece muy adecuado, de cara
a la recuperación de la imagen de la institución -sigue contando ese diario
digital-, que don Felipe se mueva cerca de su padre, quien abdicó del trono en
circunstancias singulares por su inusitada celeridad”. Esta incómoda situación
me recuerda lo que sucede con el ostensorio del Altar Mayor de la
Catedral de Lugo. Lo he contado ya varias veces. Cada vez
que el sacerdote, revestido y “abrigado” con la capa pluvial, efectúa la
bendición a los fieles presentes con otra custodia más pequeña, una especie de
párpado cae y tapa la Hostia
sagrada de la gran custodia. Así se evitan duplicidades. Por cierto, aprovecho para señalar que esa
gran custodia fue regalada en 1772 por el entonces arzobispo de Zaragoza Juan Sáenz de Buruaga y fabricada en
Madrid por un tal Bargas. Tanto el viril (disco metálico que rodea la Sagrada
Forma) como la
Hostia expuesta en la gran custodia fueron robados en la
noche del ocho de diciembre de 1854. Ello dio lugar a que se encargase un nuevo
viril en Madrid al orfebre Ramírez de
Arellano en 1860, que cobró por su trabajo 169.962 reales de vellón, de los
que 25.000 fueron donados por Isabel II
y el resto recaudados por los lucenses. Como decía al principio, se trata de
evitar que el Jefe del Estado y su padre coincidan en los mismos actos
públicos. Pero, ¿qué pasa con Letizia
y Sofía? Tampoco coinciden. Leo la
nota de un lector de ese diario digital que escribe: “El Rey emérito debería
fijarse e imitar al papa Benedicto XVI,
también emérito, cuya discreción y saber estar son un ejemplo de dignidad”.
Otro lector entiende que “el juancarlismo
protagonizó una transición en falso que hay que revisar”. Está claro que en
España no puede haber dos reyes. Ya lo decía Santo Tomás al referirse a la Santísima Trinidad, cuando
prevenía: “Es necesario que vayan las palabras muy ordenadas para no incurrir
en herejía”. En el catecismo de Astete,
el Padre de nadie procede, pero el Hijo
procede del entendimiento del Padre
y el Espíritu Santo del amor del
Padre y del Hijo. En nuestra Monarquía la cosa cambia: Juan Carlos, el encargado de dejarlo todo atado y bien atado, fue
un deseo de Francisco Franco hecho
realidad; Felipe, el Mejor Preparado, es un continuador de la dinastía
borbónica reinstaurada; es decir, el continuose
del empezose. Falta el acabose del continuose del empezose. Todavía no
está escrito. Ni en el Apocalipsis se cuenta. Santo, santo, Señor de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire. Dos
personas distintas y un solo rey verdadero donde no cabe defecto. En el
ostensorium de la Catedral
de Lugo quizás podríamos encontrar la respuesta.
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