La Seguridad Social
está alarmada por el “desastre demográfico” que se prevé en un país, el nuestro,
que perderá 2’5 millones de habitantes en los próximos ocho años. Y para
terminar de “arreglar” esa mala predicción aparece en escena Mónica Oriol, sustituta de Claudio Boada en la presidencia del
Círculo de Empresarios, argumentando que “prefiere
contratar a mujeres mayores de 45 años o con edades inferiores a los 25 por la
ayuda que da la ley a las madres trabajadoras”.Y hace la siguiente
argumentación: “Si una mujer se queda
embarazada y no la puede echar durante los once años siguientes a tener a su
hijo, ¿a quién contratará el empresario?”. Todas esas necedades las dijo
Oriol, que tiene apellido de oropéndola pero más bien se semeja a una urraca
carroñera, el pasado 3 de octubre en el transcurso de la XXV Asamblea Plenaria
del Consejo Empresarial de América Latina. Pues bien, no es la primera vez que
Mónica Oriol y de los Grandes Expresos Europeos (que se forró con la protección
a altos cargos del PP vasco [Seguriber,
¿les suena?] y está revolcada en el merengue por el Madrid-Arena) hace
polémicas declaraciones y lanza al viento perlas cultivadas en el estiércol de
la más baja estofa. Veamos: 24 de abril de 2014. En un desayuno informativo,
esta dama, al referirse al pinchazo de la burbuja inmobiliaria, dijo lo que
todos sabemos: que alrededor de un millón de personas, la mayoría jóvenes, que
habían dejado sus estudios para ponerse a trabajar de encofradores o de
colocadores de ladrillos, se quedaron sin trabajo y sin estudios,
convirtiéndose en lo que se ha dado en llamar despectivamente “ni-nis”. Oriol afirmó sin despeinarse
que “este millón de personas no sirven
para nada y no se les debería pagar un salario mínimo que no producen. Nadie
acepta un trabajo si tiene por delante dos años de prestaciones. Pero en España
es más complicado romper una relación laboral que un matrimonio”. Dos meses
más tarde, 26 de junio: “Si vas a un
restaurante de playa, el camarero en cuanto se pasa de la tercera pregunta en
inglés ya no sabe responder”. Y tres meses después, manifestó esas
preferencias en la contratación de mujeres para el trabajo que señalaba al
principio. Esa mujer es lo más parecido a un cuentagotas. Suelta barbaridades
midiendo los tiempos, o sea, tras contar las hojas en el taco de calendario.
Cada tres meses, pues nada, se desfonda públicamente como el que exonera el
vientre después del desayuno. Lo que ya no se sabe es si antes de decir
semejantes ocurrencias se toma unas
copas de vino de las Bodegas
Marqués de Riscal, propiedad del bodeguero y naviero Alejandro Aznar, o sea, de su segundo marido. Si no es así, no se
explica tanto desprecio hacia las mujeres en edad de procrear ni tanto insulto
gratuito a ese conjunto de jóvenes deseosos de poder tener un trabajo digno
que, por desgracia, no encuentran.
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