Posiblemente Eros
conduce a la menopausia y Baco a la
resaca. La mañana sabe a noche usada y ahora espera el trabajo agobiante, el
ruido infernal de esas prótesis humanas llamadas automóviles, la vergüenza
ajena, los espantos cotidianos, el jefe borde, los pedigüeños de voto para un
mandato y los solicitantes de comida para llenar la andorga. Sobre la mesa de
la cocina queda un trozo de pan correoso por la amanecida, la herida sin
cerrar, las cuartillas volanderas sin parto de letras, la foto sepia de unos
parientes a los que casi no recordamos, la lámpara sin apagar, el dislocado
camino de andenes de estación en los que se agarran todas las pulmonías, y la
lasitud casi total en las pupilas. No sé, mi niña, si es mejor quedarse con el
correquetecagas o con la levita. No queda tiempo para pensar en las musarañas
ni en el delantal de los hotentotes ni en Dora
La Cordobesita,
modelo de Romero de Torres y amante
de Chicuelo, ni en el Libro de los
Siete Sabios, vertido al castellano por orden del infante don Fadrique, ni en El
Chiripa, muerto a tiros por la Guardia
Civil entre Tierga y Trasobares, ni en Pigmalión, que se enamoró de una estatua salida de sus manos.
Lamemos las heridas a medio curar y escuchamos a Glenn Miller en la radio repleta de válvulas empolvadas,
acostumbradas a soltarnos aquello de toda la vida: “Yo soy aquel negrito del África tropical…”. Las ambulancias mueven
las tabas camino del hospital y en la calle se monta un jabardillo por un perro
atropellado. Nadie inmortaliza a Maristany,
director que fuese de los Ferrocarriles de
Madrid, Zaragoza y Alicante. Ninguno de los agonizantes llenos de tubos
recuerda ya a la parentela más próxima de
La Bella Monterde,
cupletista del género ínfimo, ni a Paul
Ehrlich, inventor del “salvarsán”,
ni el tubernáculum de Hunter, inserto en el extremo inferior del epidídimo.
Media febrerillo el loco, pasó jueves lardero y la próxima estación será la de
los carnavales, que nos harán olvidar durante tres jornadas la que se nos viene
encima. Felipe VI y su consorte
estuvieron ayer en Cataluña por una cuestión de Estado: la visita a las cavas
de Freixenet. Definitivamente, creo
que nos ha mirado el tuerto.
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