Travesuras de entremés
El encabezamiento de hoy viene a cuento con el viejo chascarrillo de La
Codorniz, que decía: “Pepín es a Pepón como cojín es a
equis, y nos importa tres equis que nos cierren la edición”.También, con aquel
trabalenguas: Los cojines de la reina, los cajones del sultán. ¡Qué cojines!,
¡qué cajones!, ¿en qué cajonera van? Con lo de Rodrigo Rato, escucha mi niña, es que me mondo, lirondo. Resulta
que Rato es aquel tipo que tocaba la campanilla en la Bolsa, como el factor de
circulación que avisa de la próxima salida del correo de Valladolid, el día que
anunció la entrada de Bankia en el
parqué a un precio de cagonlaleche. Sí,
hombre, aquel tipo que todavía no se había aficionado a las tarjetas Black de Cajamadrid y que más
tarde se dejó perilla al estilo de don Paco, el señor del busto en bronce de
Lanestosa. Pues bien, Rodrigo Rato echa chispas por culpa de unos cojines que
mandó arreglar. En agosto pasado llevó unos cojines descosidos a una tienda de
Gijón para que les cosiesen un lateral.
Pero el tiempo pasó y Rato no aparecía por la tienda. Y así hasta cinco meses. "La costurera pensó –según
cuenta el diario El Comercio- que no
regresaría para recuperar unos cojines que por su volumen, de aproximadamente
un metro de largo por cincuenta centímetros de alto, le molestaban mucho en el
pequeño espacio de la tienda". Y sin pensarlo dos veces, decidió ponerlos junto
a un contenedor de Cáritas. A los pocos días, Rato apareció por la tienda y, al
saber que la costurera los había mandado a tomarporsaco, éste se enfadó como un
mandril cuando intentas quitarle un plátano. Amenazó con denunciarla y ahora le
reclama 380 euros por sus cojines. Tras tres tragos y otros tres, y otros tres
tras los tres tragos, travesuras de entremés, trapola tramo y tragon, treinta y
tres tragos de ron, tras trozos de trucha extremo, en un tris los truene el
trueno. A Rato habría que invitarle a que contase “semejante atropello”, el de
sus cojines, a aquellos ciudadanos que están a la puerta de la entidad que él
presidió reclamando que les devuelvan el dinero de las “preferentes”; cuyo
montante, sin duda, vale mucho menos que sus cojones, digo, que sus cojines. Y
a la costurera que la enchironen por sus malas prácticas.
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