Leo en todos los medios que los reyes acompañaron a sus
hijas en el primer día de clase; que son muy formalitas; que estudian en un
colegio laico; que Leonor ya sabe
muy bien hablar en inglés; que ahora pretenden sus padres que aprenda chino;
que cuando sea más mayor irá a las academias militares como fue su padre y su
abuelo; que en el colegio Santa María de
los Rosales ambas comen con sus compañeros de clase; y que parece normal que
sus padres acompañen a sus hijas, si el trabajo de ellos se lo permite, el
primer día de curso escolar. Hasta aquí todo muy bien, aunque también podría
haberlas acompañado a clase su abuelito Juan
Carlos, que no tiene mejor cosa que hacer. Pero lo que más me molesta de
esa noticia es que no es noticia, menos aún de primera plana. Doy por hecho que
Leonor, llegado el momento de reinar, será la mujer mejor preparada, de la
misma manera que ahora lo dicen de su padre, Felipe VI. Parece normal que una niña, por muy infanta de Asturias que sea, que va a cumplir 10 años de edad,
estudie quinto de Primaria, y que otra, de siete años, curse tercero. Cuenta El País, que “Leonor es una
alumna aplicada que asiste además a clases de ballet y que estudia la historia
de los Borbones”. Eso es lo que me
preocupa, que estudie la historia de los Borbones, es decir la vida y milagros
de Felipe V, Luis I, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV, Fernando VII,
Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII
y Juan Carlos I. Entre medio quedan Amadeo I, al que le mandaron una carta
para que se largase mientras almorzaba en Fornos
tras haber reinado sólo dos años, y José
Bonaparte, que duró siete. Amadeo se lo tomó con mucha filosofía. Amadeo cambió el
menú que había solicitado por una copa de grappa,
regresó a Palacio, hizo las maletas y se largó por donde había venido. Sabía
que los españoles eran ingobernables y se alegró de dejar el Trono. Murió el
mismo año que Antonio de Orleáns
(1890), otro pretendiente. José Bonaparte, hermano mayor de Napoleón, se convirtió en rey de España
y de las Indias tras las vergonzosas abdicaciones de Bayona. Abandonó el Trono
en 1813, dando paso al rey felón Fernando VII. Un rey gordo que padecía macrosomía genital como consecuencia de casarse entre parientes.
Una de sus principales actividades era jugar al billar, que practicaba
asiduamente con sus cercanos. Deseando agradar al rey, todos procuraban fallar
y hacer que las bolas le quedasen siempre en buena posición para que así el rey
siempre ganara. De la práctica del billar, viene la conocida frase “Así se las
ponían a Fernando VII”. Jamás le interesaron los asuntos de Estado. ¿Y su hija
Isabel II?, ¿y Alfonso XIII?... Corramos un tupido velo. En suma: ¿con quién de
esos reyes nos quedamos? Difícil poder responder a esa pregunta. Pero si me
apuran, diré que Carlos III fue, al
menos, un excelente alcalde de Madrid, aunque nunca tan querido como lo fuese Enrique Tierno Galván. El resto de ellos,
con reinados más cortos o más largos, no merecen mi interés dada mi condición
de republicano.
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