A mi entender, ha sido una acertada idea que la
alcaldesa Manuela Carmena haya eliminado en el presupuesto municipal para
2016 la subvención de 61.000 euros con la que se ayudaba a la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda, o sea,
casi la mitad de los ingresos del consorcio formado entre empresa privada
(30.000), la Comunidad
de Madrid (40.000) y el Ayuntamiento. Leo en El País que “según ha
comunicado el Ayuntamiento, el motivo para retirar esta subvención es que el
presupuesto de la escuela, con una media de 38 alumnos, es desproporcionado en
relación al que se destina a actividades culturales o deportivas de mayor
demanda. Además, las clases y talleres que se imparten en ese centro no son
compatibles con los derechos de los animales”. Punto pelota. Lo normal sería
que las escuelas taurinas las financiasen los aficionados, de la misma manera
que los ciudadanos particulares se financian de su bolsillo los estudios de
idiomas, de vuelo sin motor o de jota aragonesa. Otra noticia importante es que
el Gobierno, al aprobar adherirse al Convenio
europeo sobre protección de mascotas prohíba cortar orejas, rabos, seccionar
las cuerdas para evitar el ladrido o extirpar las garras y los dientes a los animales de compañía. Un
convenio que, además, limitará el uso de animales domésticos en publicidad y
espectáculos. Ya veremos cómo se resuelve el asunto de los circos, los toros de
fuego en las fiestas de los pueblos, la caza de pajarillos con diversos cepos,
el triste espectáculo de mascotas expuestas en escaparates y el lamentable
espectáculo que produce ver perros abandonados en carreteras y calles. Los animales, sean de
compañía o no, merecen nuestro respeto. Me canso de repetirlo en mi blog una y otra vez, aunque me temo que
la iniciativa del Ministerio que preside Isabel
García Tejerina tenga los mismos efectos en la praxis que predicar en el desierto de Atacama, preñado
de gigantescas siluetas inquietantes.
Digámoslo claro: en un país que parece indiferente ante la infamia que produce
el hecho de que sigan más de 100.000 esqueletos en las cunetas y en los
barrancos; y ante un Gobierno de derechas que parece desafecto a lo que
representa la Ley de la Memoria Histórica,
la firma del Convenio europeo sobre
protección de mascotas producirá en los firmantes la misma risa que ver a
un burro comiendo higos.
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