Me entero por José
María Nieto, colaborador del diario ABC
en Castilla-León, a propósito de la
defensa que éste hombre hace del toro de la Vega, que “en los pueblos de Valladolid, por ejemplo, si un toro destripa a alguien
en un encierro pero se da el caso de que la víctima es del pueblo de al lado no
se suspenden las fiestas”. (…) “En
mi opinión esta humanización del toro no es diferente a la que hacen los
taurinos cuando confieren virtudes humanas como la bravura o la nobleza a un herbívoro
que, perdónenme, es un animal especialmente estúpido, cuyo comportamiento no es
más interesante que el de las aves o los peces”. En fin, respeto lo que cuenta
Nieto sobre el comportamiento del toro, aunque no lo comparto. Por otro lado,
me parece espantoso que las banderas de algunos ayuntamientos sólo se pongan a
media asta cuando la posible víctima de un encierro sea del pueblo. Si no es
vecino, ni flores. Bonita manera de acoger a los forasteros que son, a la
postre, quienes dejan dinero contante y sonante en esas localidades durante los
días de festejos populares. ¡Pobre Rompesuelas! The
New York Times, al hacer referencia al toro de la Vega, señalaba la cita de un
editorial de El País en el que se
definía a esa tradición como un símbolo de “repugnante brutalidad”. Pero
yo creo que a los habitantes de Tordesillas les interesa que en la prensa
internacional se hable tanto de la ciudad vallisoletana como de sus ciudadanos,
aunque sea para mal. Si no fuese por esa salvajada, nadie hablaría de Tordesillas;
y los paletos con lanza o sin lanza, a
lomos de rocín o descabalgados, no soportan que su pueblo no sea el ombligo del
mundo. Espero que no se sulfuren los tordesillanos, que el rol de paletos
afecta a personas de todo tipo y condición. Miguel Ayuso, que sabe mucho de esas cosas, tiene escrito que “para
el psicólogo Karl Albretch, consultor
de management y autor de
más de 20 libros de desarrollo profesional, los paletos en su país
cumplen, tradicionalmente, una serie de características: son personas groseras,
de educación y habilidades sociales limitadas, del entorno rural, con un escaso
nivel cultural, una actitud tradicionalista (cuando no reaccionaria) y
tendencia a la autocomplacencia. Su figura está estereotipada: van armados [en
este caso de lanzas], tienen grandes coches [en este caso todoterrenos] y les
gusta la caza y la pesca, [a ser posible de forma furtiva]. Este tipo de gente
nunca aceptaría ser tomados como paletos: creen que son poseedores de la verdad absoluta”. De
cualquier manera, existe un paletómetro
ideado por Albretch que mide a la perfección en qué grado de paletismo se
encuentran determinados catetos y mequetrefes, que no expongo aquí por una cuestión de espacio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario