En su artículo “Un
mamarracho en el Congreso de los diputados”, publicado hoy en El Correo de Zamora, José Luis Martín viene a señalar que un
profesor debe ir bien aseado y perfectamente arreglado para que sus alumnos de
Secundaria le copien. El señor Martín es un hombre de edad avanzada y amigo de
los uniformes. “Cuando fui jefe de Estudios en un Instituto, -señala- procuré
buscar el Boletín Oficial en el que constaba la fundación de aquel Instituto y
apliqué la ley entonces todavía vigente. Todo Instituto debía aportar dos datos
en su fundación, además del nombre: El uniforme que debían llevar sus alumnos y
el nombre de su santo Patrón. En virtud de ello, exigí que se reinstaurara el
uniforme, que había quedado en desuso. En lo único que fui tolerante fue en
permitir que la camisa pareciera blanca de lejos y que la corbata no fuera azul
por necesidad”. Si eso que Martín expone
en su trabajo literario se lo trasladase yo a mi hijo, profesor de Física y
Química en un instituto de Secundaria en Collado-Villalba, se partiría de risa.
No hará poco, ya lo creo, si consigue
que los educandos adolescentes lleguen a clase a la hora, que atiendan a las
explicaciones de su profesor y se comporten con un cierto decoro. No están los
tiempos como para exigir a los alumnos, muchos de ellos venidos de otros países
y con otra cultura cívica, que vistan con camisa blanca y que usen corbata,
aunque no sea azul. Vamos, ¡ya te digo! “Como dato curioso, -sigue escribiendo
Martín- consignaré que el hecho causó la admiración del señor gobernador de la
provincia, cuando cruzó por el centro de la ciudad en el tiempo que los alumnos
del Instituto disfrutaban allí de su recreo diario”. ¿Y quién era ese
gobernador civil? Supongo que siendo gobernador civil, en su condición de jefe
provincial del Movimiento sería un fascista de tomo y lomo. Pero lo dicho por
Martín sólo es una excusa para hacer referencia directa a otra cuestión, para
él preocupante. Dice: “un señor, perteneciente a un partido
minoritario en el Congreso de los Diputados, adicto a la causa de la Independencia de
Cataluña, ha subido a la tribuna de oradores vestido con un atuendo
extravagante, que consistía en una especie de camiseta conformada por la
bandera independentista catalana. El tal "señor", [ahora lo de señor
lo pone entre comillas] en su perorata anticonstitucional realizó la acción de
romper unas páginas de la Constitución Española de 1978. Aún estando de
acuerdo en la apreciación de que este acto significa una burla para todos los
españoles y para nuestra nación, yo me quiero limitar al atuendo inadmisible
del "señor" [y dale con las comillas] diputado. Yo, presidente del
Congreso, no hubiera permitido al exhibicionista [ por supuesto, no de esos que
se desabrochan la gabardina para enseñar sus vergüenzas] subir a la tribuna de
oradores; hubiera ordenado que se lo hubiera expulsado del Congreso. Entiendo
que los señores diputados deben asistir, ya que no existe uniforme preceptuado,
convenientemente vestidos, como asisten a un acto solemne de categoría social.
No es de recibo que un diputado vaya mal vestido y mucho menos que exhiba, en
edificio tan emblemático como el Congreso, símbolos contrarios a la unidad de
la patria proclamada en nuestra Constitución”. Vale, señor Martín, no
siga… Se le entiende todo. Por lo que usted dice, se desprende que le gustaría
que los diputados al Congreso vistiran chaquetilla blanca como los procuradores
en Cortes, aquellos tipos que sólo iban al Hemiciclo a aplaudir las decisiones
tomadas de antemano en El Pardo. En suma, lo que cuenta el señor Martín queda
muy bien. Eso mismo lo podría haber
escrito a las mil maravillas Rufo Gamazo,
q.e.p.d. Lo que le pasa es que el nostálgico Martín se ha equivocado de época.
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