Los próximos días, Calatayud “revivirá los acontecimientos
más importantes que tuvieron lugar durante el siglo XIX; entre ellos, un
performance de “La Dolores, un viaje en el
tiempo”. Parece ser, y de eso sabe mucho Antonio Sánchez Portero, que entre1840 y 1850 vivía en Calatayud
una muchacha, Dolores Peinador Narvión, nacida el 13 de mayo de 1819 y a la que su
madre, al morir, le dejó una importante herencia que su padre, casado en
segundas nupcias, se resistía a entregarle. Dolores se casó a los 20 años en
Zaragoza con Esteban Tovar, un
teniente granadino que había dejado el Ejército dispuesto a vivir de la
herencia de su mujer y que dilapidó pronto sus bienes hasta dejar a Dolores en la miseria. Ello dio lugar a la
famosa copla. En 1850, Dolores y su marido se trasladaron a vivir a Madrid, a
la calle de la Ballesta. De
allí pasarían a vivir a la calle Cruz Verde y, posteriormente, a la calle
Jardines, donde viviría ya siendo viuda con su hijo Esteban. Se sabe que falleció en agosto de 1894 en el palacio
barroco que los condes de Altamira
poseían en el número 8 de la calle de la Flor
Alta, junto a la Gran Vía,
en la actualidad sede del Instituto
Europeo de Diseño, comprado a Caja
Madrid en marzo de 2003 por 4’2 millones de euros ante la indiferencia del
Ayuntamiento, que renunció a su puja, y que entonces presidía Álvarez del Manzano. A ese magno
aposento, obra de Ventura Rodríguez,
quería hacer referencia. Se trata de una edificación que ocupaba toda una manzana,
llegando hasta la calle de San Bernardo (o Calle Ancha de San Bernardo como se
la llamaba entonces para distinguirla de la calle Angosta de San Bernardo
-actual de la Aduana-),
que era el eje en torno al cual se agrupaban las residencias aristocráticas de
aquella época, hasta que en el siglo XX fuera sustituido por la Castellana. Además
de a las mencionadas San Bernardo y Flor Alta tenía fachada a las calles de
Libreros y Marqués de Leganés. Su propietario fue Vicente Osorio de Moscoso y Ponce de Léon, Grande de España, duque
de Sessa y de Montemar, marqués de Astorga, de Leganés, de Ayamonte y de San
Román, conde de Cabra y de Altamira y vizconde
de Iznájar, quien tenía en él una gran colección de pinturas. Según descripción
de la periodista Lourdes Morales Farfán,
“durante la Guerra
de la Independencia
(1808-1814), las tropas francesas usaron el palacio como cuartel. Cuando acabó
la contienda, se realizó un inventario y una descripción de todo lo sustraído
por los franceses en el palacio y el archivo del Conde de Altamira: joyas, documentos, pinturas, muebles, ropas,
etc. Del saqueo, no pudo recuperarse nada, mientras que algunas obras de arte
han sido vistas en algunos museos europeos. A finales de los años 40 del pasado
siglo XX, el palacio fue sede de la
Escuela de Peritos Industriales de Madrid hasta
que, alrededor de 1958, se trasladó a la Ronda de Valencia. En ese momento, el edificio
pasó a acoger la Escuela de Maestría Industrial de Delineantes y de la Construcción. El 10 de junio de 1977 fue declarado Monumento Histórico-Artístico
y en la actualidad, acoge una de las sedes en Madrid del ya nombrado Instituto Europeo de Diseño, para cuya
instalación en él tuvo que emprenderse una profunda reforma del palacio, obras
que se llevaron a cabo de la mano del arquitecto Gabriel Allende y que permitieron la reapertura de este palacio en 2006”.
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