Por estos pagos, el currículum vitae de ciertas personas ya
se va pareciendo a las etiquetas de las
botellas del Anís del Mono, incluido
su error ortográfico, preñadas de reconocimientos y medallas en exposiciones
internacionales. Un anís, digo, que hasta tiene en el Paseo Marítimo de
Badalona su estatua de bronce y que en 1913 tuvo el primer cartel luminoso en
la madrileña Puerta del Sol. Por cierto, Vicente
Bosch fue proveedor de la Real Casa,
que también lo pone en la etiqueta de las botellas de corte adiamantado que ahora se fabrican
con menor continente y contenido. Pero, a lo que iba, moreno. Hasta para beber
anís hay que saber cómo posicionar el dedo meñique. Yo lo coloco de forma
erecta, siempre apuntando al vecino de mesa de velador, que es más cursi y más
inquietante. Con el debido respeto, alguien con capacidad bastante debería
explicarme aunque sólo sea por practicar
un acto de caridad cristiana, es decir, enseñar al que no sabe, qué carajo
tiene que ver el Premio Nobel de la Paz, que se concede en
Noruega, con las enfermedades neurodegenerativas. Y en el difícil supuesto de
que servidor de ustedes pudiese llegar a entenderlo, que se me explicase
también la relación directa existente entre las enfermedades neurodegenerativas
y la propuesta por una universidad americana, hasta ahora no desvelada y por
segundo año consecutivo, para que tal distinción sea concedida a la reina consorte del
anterior jefe del Estado, por el simple hecho de que esa distinguida dama
presida una fundación interesada en la lucha contra la enfermedad de Alzheimer.
De merecer Sofía de Grecia un premio
de esa envergadura, ese sería el Premio
Nobel de Medicina, puesto que de enfermedades se trata. Seamos serios. El
hecho de presidir eventos, la fiesta de la banderita o fundaciones del tipo que
sea, no justifica que aquella persona que los preside deba ser merecedora de
premio alguno. Verbigracia: el hecho de que yo pudiese presidir, que no creo,
los juegos florales de Solanillos del Extremo, en la provincia de Guadalajara,
no significaría que fuese merecedor del Premio
Nobel de Economía, al evitar que los sonetos presentados a concurso llevasen la rémora del estrambote. Si alguien merecería una recompensa en España, aunque
sólo fuese consistente en un profundo agradecimiento por parte del Gobierno, es
ese ciudadano anónimo que cuida de un familiar día y noche aquejado de esa
grave enfermedad cerebral. Y que lleva a cabo su personal viacrucis con resignación y sin esperar recibir algún tipo de ayuda
por parte del Estado. Aquí, entre tanta polvareda desapareció don Beltrán, o sea, con titulares rimbombantes donde se informa de que
Sofía de Grecia ha sido propuesta por un organismo extranjero para el Premio Nobel de la Paz ya parece que se
“lavan” las conciencias de los responsables de un Gobierno, desde hace más de
200 días en funciones, que ha practicado a lo largo de una legislatura con
mayoría absoluta todo tipo de recortes en Sanidad, Educación y Servicios
Sociales. A Mariano
Rajoy, desde mi modesto blog que
no lee casi nadie, le propongo para el Premio
Nobel de Física y de Química,
respectivamente, que se conceden en Suecia. El de Física, por haber descubierto los beneficios que le ha reportado la
inmovilidad del dontancredismo; y el de Química,
por haber convertido el Estatuto de los
Trabajadores en una auténtica mierda pinchada en un palo. Dejó escrito Azorín en 1924 que “el genio de España
no podrá ser comprendido sin la consideración de este ir y venir de los
rebaños por montañas y llanuras… Los ganados trashumantes son centenares y
centenares. Cruzan y recruzan toda España. Levantan en las llanuras polvaredas que se diría movidas por
un ejército”. Es la polvareda que levantan las noticias de una prensa
domesticada que no lee casi nadie y cuyas hojas sólo sirven para envolver
bocadillos en las cantinas de las estaciones de ferrocarril.
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