A propósito de un artículo de Jaime Peñafiel, “España, ¿un
país de cobardes?”, en República.com,
un lector le contesta: “El partirse los
huevos con un ala delta, no es necesariamente un acto de valentía, es necesario
previamente tener mucho amor al riesgo o no tener el umbral del miedo bien
ajustado. O sea, que puede ser una carencia personal”. Peñafiel hacía
referencia a otro artículo, “Los cobardes
del PSOE”, publicado por Curry
Valenzuela en el diario ABC el
pasado sábado: “Que ‘España tendría hoy Gobierno si el viernes algunos
diputados socialistas se hubieran quedado en sus casas alegando cualquier
indisposición’, como escribía la compañera, era una verdad de Perogrullo. Pero no hubo cojones. Como
tampoco que alguno o algunos ‘procuradores’ del PP se hubieran ofrecido al Jefe para intentar convencer ‘por su
cuenta’ a unos pocos socialistas para que se abstuvieran. Tampoco hubo cojones.
Simple y sencillamente porque España es un país de cobardes”. Y Peñafiel
manifiesta que tal situación le ha recordado la noche del 23-F, “cuando un guardia civil con bigotes entró en
el Congreso dando tiros. Solo uno de los 350, el gran e inolvidable Adolfo Suárez, permaneció dignamente
sentado en su escaño. (Lo de Gutiérrez
Mellado, fue simplemente la lógica reacción de un general al ver a un
subordinado enfrentándose a él con la pistola en la mano)”. Ahí, a mi entender,
se equivoca Peñafiel. Fueron dos los que permanecieron dignamente sentados en
su escaño: Adolfo Suárez y Santiago
Carrillo. En su libro “Mi testamento
político” (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1ª ed., nov.2012, pág. 301)
Carrillo comenta algo sobre aquella noche: “Suárez cayó y se produjo el 23-F.
La ocasión no fue de mucho lucimiento para don
Manuel. Recuerdo que cuando los
subordinados de Tejero empezaron a
disparar una de las primeras cosas que se me ocurrió fue mirar lo que hacía Fraga; ya estaba en el suelo y no se
veía más que el escaño vacío. Le habían fallado los reflejos y se había sumado
a los postrados…”. El problema de los diputados, con el actual sistema de
listas cerradas, es el miedo a “moverse en la foto” y convertirse en lentejas
con bicho, o discrepar abiertamente de “dogmas” y la disciplinas impuestos por
las cúpulas. No olvidemos que España es una oligarquía de partidos y ello será
así mientras no se modifique la
Constitución. Todos hemos podido ver en el
indignante “caso Soria” cómo ningún parlamentario del PP se atrevió a opinar
abiertamente en los medios, por muy indignados que estuviesen con ese tremendo
intento de polacada fallida. El miedo guarda la viña y Rajoy lo sabe, pero España no avanza.
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