Está comprobado que la moto mata. Bueno, pues como ya lo
sabemos, por qué las autoridades sanitarias, esos entes que no tienen cara, que
nunca se mojan para denunciar el lindano que llevan los ríos en Aragón, que nos
colocan los miedos en fotos y letreros en los paquetes de tabaco, etcétera,
esas autoridades misteriosas, digo, que son como la Santísima Trinidad
de la cosa sanitaria, deberían poner en las motos y a la vista del motorista
unas pegatinas donde se avisase, que el que avisa no es traidor, que “las motos
son malas para la salud”, sobre todo para la salud de aquellos ciudadanos a los
que los motoristas se llevan por delante con sus “efectos colaterales”. Y
también habría que colocar esas pegatinas en las bicicletas que circulan por
las aceras esquivando peatones. Y en la frente de los descerebrados que
circulan a toda velocidad en patinete, que son legión. A las autoridades
sanitarias habría que recordarles que muchos ancianos, con los recortes del
Gobierno, no tienen para pagar las medicinas en las oficinas de Farmacia, que a
muchos españoles se les sale del cuello el corbatín por los salarios infames,
que existen niños que no pueden comer tres veces al día, que hay viejos que
mueren de soledad, y que existen demasiados suicidios, aunque la prensa no los
refleje en sus páginas por evitar el efecto dominó. Las autoridades sanitarias
no deberían permitir las listas de espera sine
díe, ni las masificaciones hospitalarias que restan dignidad a la persona,
ni los virus hospitalarios que bailan el merengue en los quirófanos… El tabaco
mata, las motos matan, el trabajo sin las adecuadas medidas de seguridad mata,
la carencia de los necesarios chalecos antibala mata, el exceso de velocidad
mata, la falta de higiene mata. Todo mata. La muerte, esa señora a la que se
pinta con una guadaña, nunca tiene prisa. Tanto es así que nos concede toda una
vida de ventaja.
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