Felipe VI ha
destacado en la
Asamblea General de la
ONU, con motivo de la Cumbre de Líderes sobre Refugiados convocada
por Obama “el gran esfuerzo de
España en materia de refugiados que seguirá demostrando generosidad”. Personalmente
siempre he tenido en cuenta que al jefe del Estado le hacen los discursos y que
éste se limita a leerlos en un atril sin mover una ceja. Pero en este caso yo
no estaría muy seguro de que las palabras del Jefe del Estado sean ciertas. En
rigor, como bien señala Público,
“España no ha acogido ni al 3 % de los refugiados que pactó con la Unión Europea”. O dicho de otro
modo: de las 17.387 personas que se comprometió a rescatar de los campos en dos
años el Gobierno que preside Rajoy
sólo ha sido capaz de traer a 516. Los últimos, los 16 refugiados huidos de
Siria y llegados desde Grecia al Aeropuerto de Barajas el pasado lunes, según
datos del Ministerio del Interior. Otra cosa es la Declaración de Nueva York, un documento donde los
193 países miembros, entre los que se encuentra España, “se comprometen a
respetar los derechos humanos de todos los refugiados y emigrantes, sin
importar su estatus”. Al final me temo que todos esos compromisos, en
apariencia muy serios, no serán respetados, Una cosa es la firma de un
documento de compromiso y otra dar trigo. Y España, tal vez acostumbrada al
incumplimiento de las normas, no dará ni un celemín. El Gobierno en funciones
que nos ha caído en suerte, mejor dicho, en desgracia, prefiere dar dinero a
mansalva a pintores para que hagan cuadros de la realeza que a dedicar dotaciones
a servicios sociales. Como muestra, sirva el botón del último cuadro de Felipe
VI contratado con pintor Hernán Cortés
Moreno por el Consejo de Estado para sus dependencias por un importe de 68.200
euros. Pero es que, con anterioridad, ese pintor con nombre de descubridor de
México, que parece que se hubiese quedado con el tesoro del Vita sin necesidad de llegar a Veracruz, y también sin
haber conocido a Moctezuma ni tener
que arrancarle su penacho, ya había hecho otros retratos del actual jefe del
Estado por encargo del Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo y la Real Maestranza de Caballería
de Sevilla, así como los que lucen en La Moncloa Felipe
González y José Maria Aznar, además
del de Letizia Ortiz siendo princesa
de Asturias consorte, etcétera. España, como ha dicho Felipe VI en Nueva York,
hace grandes esfuerzos en materia de refugiados. Obras son amores y no buenas
razones. En mi condición de republicano, yo también confío en que alguna vez,
como dijo Faruk, sólo queden en el
mundo cinco reyes: los cuatro de la baraja y la reina de Inglaterra. Los
esfuerzos que está haciendo el Gobierno en funciones por traer refugiados a
España me recuerda aquella locomotora sin fuerza que produjo la anécdota de un
torero en 1908. Ya la he contado alguna vez. Resulta que viajaba Rafael
Gómez Ortega, desde Sevilla a Madrid en aquellos trenes de carbón y
carbonillas saliendo por su chimenea. En Despeñaperros, la locomotora perdió
fuelle. Al llegar a la
Estación de Atocha, la
máquina avisó con un fuerte silbido su
presencia, a la vez que exhalaba una potente nube de humo, Gómez, habiéndose
bajado de su vagón y ya en el andén, miró a la máquina y le espetó: “¡esos
cojones en Despeñaperros!”. Pues eso, ese esfuerzo español en materia de
refugiados que se note. Hasta la fecha, ni flores.
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