Trillo, el actual
embajador de España en el Reino Unido, exministro de Defensa, que no pertenece
a la carrera diplomática ni sabe inglés, dice ahora (así lo contaba él en un
programa de la COPE)
que pidió antes del pasado verano ser relevado de su puesto en Londres para
ingresar en el Consejo de Estado, precisamente el órgano que acaba de señalar
en un dictamen sus responsabilidades en el Yak-42,
donde murieron 62 militares. Yo no creo que este político esté en condiciones
de aconsejar a nadie, menos aun al Estado, que bastante tiene con pagarle un
abultado sueldo que no merece. Si Federico Trillo tuviese un mínimo de dignidad
debería dimitir de inmediato de su puesto, dejar la política y dedicarse al
cultivo del champiñón. Este país no puede soportar tanta indecencia. El PP
supone que los votos de los ciudadanos que dieron mayoría a Mariano Rajoy en los últimos comicios
“diluían” la tremenda corrupción, de la misma manera que meses más tarde
pretende “diluir” el ‘caso Trillo’ incluyendo su necesario cese entre los 72
cambios previstos para embajadores de carrera. Puede que el tema del Yak-42 se haya sustanciado
judicialmente, como dice Fernando
Martínez-Maíllo, vicesecretario de Organización de ese partido, pero aquí
quedan muchos cabos sueltos de difícil atadura y falta por dar muchas
explicaciones a los familiares de los fallecidos. Es necesario asumir
responsabilidades, saber pedir perdón a los ciudadanos que pagan los sueldos de
los políticos y saber cesar de los cargos encomendados cuando se cometen
negligencias. Algo tendría que decir Aznar
y Rajoy, por aquellos días de hace casi catorce años presidente del Gobierno
y vicepresidente, respectivamente. Se
hizo todo mal entonces y se sigue haciendo todo mal ahora. El actual Gobierno
desea quitar hierro, alejando el barco de la vergüenza para que no se vean los
“hilillos de plastilina” de las responsabilidades políticas. La paradoja es
que, cuanto más la cagan, más les votan. ¿Alguien lo entiende? ¡Pobre España!
No hay comentarios:
Publicar un comentario