Toda nuestra tragedia, la tragedia española, está comprimida en un artículo
de
El País. Este no será un Estado “normal”,
a la altura de lo que se espera, mientras la sombras alargada de la Cruz de los
Caídos, en Cuelgamuros, siga erecta y desafiante. Señala
Manuel Vicent hoy, en su artículo “
Imagina”, que “en este extraño país, la democracia parece estar
tutelada aún por ese dictador desde su tumba”. A fuer de leer libros sobre
nuestra historia reciente algo voy asimilando. El mejor resumen que puede
hacerse de la Guerra Civil está comprimido y a la vez pormenorizado en un
análisis certero de
Jorge M. Reverte,
(
“El arte de matar”, RBA Libros. Barcelona,
2009) Un libro sólo se entiende cuando se puede leer bien. Manuel Vicent resume
ahora los grandes acontecimientos: la República, en 1931; el golpe de Estado,
en 1936; la Guerra Civil, las posteriores represalias; la construcción de un
mausoleo faraónico; la larga dictadura; la sucesión de un nieto de
Alfonso XIII a título de rey por la
merced de
Franco; las cartillas de
racionamiento; la Transición, la Constitución del 78: la fundación de AP por
siete ministros franquistas; la Ley de Memoria Histórica sin casi dotación
presupuestaria; la abdicación de aquel sucesor en su hijo tras verse envuelto
en varios escándalos; la inviolabilidad de la Monarquía;
la aparición de nuevos partidos emergentes
dispuestos a poner fin al enquistado bipartidismo; la corrupción instalada en
la cúpula de los partidos y en las cajas de ahorro gobernadas por inexpertos;
la carencia de independencia de poderes desoyendo a
Montesquieu… Uf, hay más tantos desatinos que cansa señalarlos.
Todas esas cosas, ocurrieron en poco más de ochenta años. En referencia a la
corrupción política,
Jesús Palomar (licenciado en Filosofía y profesor de Secundaria) en
“
Disidentia” (25.02.18) lo explicó de
forma clara: “La mayoría de los partidos nacen en la sociedad civil y se
parecen mucho a un grupo de amigos que quieren cambiar las cosas. Los miembros de
este amistoso grupo no son ni peores ni mejores que usted o que su vecino. Pero
si se someten a la ley electoral proporcional con listas y consiguen
representación parlamentaria, la cosa empieza a cambiar: el grupo recibe una
generosa subvención del erario y su estructura se jerarquiza. ¿Qué significa
esto? Que el partido se convierte en una empresa del Estado donde el líder es
el jefe y sus antiguos amigos son los empleados. ¿Y qué quiere una empresa?
Tener muchos clientes para conseguir beneficios. Si algún
empleado
insiste en seguir pensando como cuando era un grupo de amigos ―anteponiendo el
bien general al de la
empresa―, será expulsado y se quedará sin
trabajo. Los
que aprenden a ponerse de perfil o a mirar para otro lado en el momento
oportuno, medrarán y mejorarán su posición”.
Lo malo llega cuando de la política se hace
una profesión, cuando alguien dice que “el dinero público no es de nadie”, cuando
impera la oligarquía de partidos y, también, cuando la ciudadanía,
la que vota y tiene la llave del cambio,
permanece silente en un perpetuo sopor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario