La localidad de Magallón, situada en el Campo de
Borja, es estos días noticia por culpa de un meteoro. La iglesia parroquial se
encuentra en un promontorio conocido
como El Castillo, donde hubo una fortaleza de la que a día de hoy sólo queda en
pie la torre del homenaje y forma parte de iglesia de san Lorenzo como torre
campanario. Se da la circunstancia de que ese templo, de estilo gótico tardío,
había sido declarado Bien de Interés
Cultural por el Gobierno de Aragón el pasado mes de diciembre a petición
del Ayuntamiento. Pues bien, en lo más alto de esa torre del homenaje se
encuentra una estatua del Sagrado Corazón. Hace pocos días, un rayo la decapitó.
Tal vez se hubiese evitado de haber contado con un pararrayos. Así de simple. Estas
cosas, como es obvio, suelen ocurrir cuando se desencadenan tormentas. En los
años sesenta, recuerdo, un rayo estropeó
otra estatua del Sagrado Corazón existente en la localidad de Terrer, en plena
la Sierra de Armantes. Más próximo en el tiempo, el 29 de junio de 2011 otro
rayo cayó sobre la iglesia de la Asunción, en Cariñena y fue necesario invertir
400.000 euros en su restauración. Y no hace mucho, otro rayo dejó sin cabeza el
anuncio de un toro de Osborne. Pero
las crónicas dan cuenta de que durante una tormenta desatada el 7 de abril de
1850 (domingo de cuasimodo, es decir,
primer domingo siguiente a la Pascua)) sobre las siete de la mañana y mientras
repicaban las campanas, un rayo cayó en el chapitel de La Seo destruyéndolo por
completo y matando al campanero. El chapitel barroco rematando la torre,
colocado en 1704, no terminó de ser reconstruido hasta 1861. Para el que no lo
sepa, la palabra “cuasimodo” proviene
de las primeras palabras del introito del segundo domingo de Pascua: “Quasi modo géniti infantes…”. El nuevo
chapitel fue fundido en los talleres “Julio
Goybet y Cía”, de Zaragoza, bajo la dirección de Antonio Averly, ingeniero civil procedente de Lyon que había
constituido en enero de 1853 la Sociedad Maquinista Aragonesa junto a
otros socios. La sociedad instaló sus talleres de fundición y construcción de máquinas
en Torrero, junto al molino de Baranda, bajo la razón social de “Julio Goybet y Cía”. La fábrica
utilizaba energía hidráulica gracias al caudal de agua proporcionado por la
acequia de San José y contaba con varios edificios cuyas funciones eran:
almacén, carpintería para modelos de fundición, talleres de tornos, talleres de
fundición de hierro colado, bronce y fraguas. Posteriormente, Averly trasladaría su taller a Campo Sepulcro, cerca
de la Estación de M.Z.A, donde antes había estado la fundición Juan Mercier y Cía., para entonces en proceso
de extinción. En 1882, coincidiendo con las fechas de inauguración del ferrocarril
de Canfranc, la fundición recibió la visita de Alfonso XIII y María
Cristina. Para homenajearles, se
fundieron un par de bustos. Cuatro años después, Averly abriría otros talleres
en Bilbao: “Averly y Cía, Fundiciones y
Construcción Mecánica del Nervión”. Aquí lo dejo. Del meteoro que decapitó
la estatua de Magallón hace unos días he pasado a otra historia más
interesante. Por cierto, para terminar,
el espacio ocupado por los talleres de Averly, en Campo Sepulcro,
son en la actualidad objeto de especulación urbanística. ¡Qué le vamos a hacer…!
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