lunes, 23 de julio de 2018

Rayos y centellas



La localidad de Magallón, situada en el Campo de Borja, es estos días noticia por culpa de un meteoro. La iglesia parroquial se encuentra en un  promontorio conocido como El Castillo, donde hubo una fortaleza de la que a día de hoy sólo queda en pie la torre del homenaje y forma parte de iglesia de san Lorenzo como torre campanario. Se da la circunstancia de que ese templo, de estilo gótico tardío, había sido declarado Bien de Interés Cultural por el Gobierno de Aragón el pasado mes de diciembre a petición del Ayuntamiento. Pues bien, en lo más alto de esa torre del homenaje se encuentra una estatua del Sagrado Corazón. Hace pocos días, un rayo la decapitó. Tal vez se hubiese evitado de haber contado con un pararrayos. Así de simple. Estas cosas, como es obvio, suelen ocurrir cuando se desencadenan tormentas. En los años sesenta, recuerdo, un rayo  estropeó otra estatua del Sagrado Corazón existente en la localidad de Terrer, en plena la Sierra de Armantes. Más próximo en el tiempo, el 29 de junio de 2011 otro rayo cayó sobre la iglesia de la Asunción, en Cariñena y fue necesario invertir 400.000 euros en su restauración. Y no hace mucho, otro rayo dejó sin cabeza el anuncio de un toro de Osborne. Pero las crónicas dan cuenta de que durante una tormenta desatada el 7 de abril de 1850 (domingo de cuasimodo, es decir, primer domingo siguiente a la Pascua)) sobre las siete de la mañana y mientras repicaban las campanas, un rayo cayó en el chapitel de La Seo destruyéndolo por completo y matando al campanero. El chapitel barroco rematando la torre, colocado en 1704, no terminó de ser reconstruido hasta 1861. Para el que no lo sepa, la palabra “cuasimodo” proviene de las primeras palabras del introito del segundo domingo de Pascua: “Quasi modo géniti infantes…”. El nuevo chapitel fue fundido en los talleres “Julio Goybet y Cía”, de Zaragoza, bajo la dirección de Antonio Averly, ingeniero civil procedente de Lyon que había constituido  en enero de 1853 la Sociedad Maquinista Aragonesa junto a otros socios. La sociedad instaló sus talleres de fundición y construcción de máquinas en Torrero, junto al molino de Baranda, bajo la razón social de “Julio Goybet y Cía”. La fábrica utilizaba energía hidráulica gracias al caudal de agua proporcionado por la acequia de San José y contaba con varios edificios cuyas funciones eran: almacén, carpintería para modelos de fundición, talleres de tornos, talleres de fundición de hierro colado, bronce y fraguas. Posteriormente, Averly  trasladaría su taller a Campo Sepulcro, cerca de la Estación de M.Z.A, donde antes había estado la fundición Juan Mercier y Cía., para entonces en proceso de extinción. En 1882, coincidiendo con las fechas de inauguración del ferrocarril de Canfranc, la fundición recibió la visita de Alfonso XIII y María Cristina.  Para homenajearles, se fundieron un par de bustos. Cuatro años después, Averly abriría otros talleres en Bilbao: “Averly y Cía, Fundiciones y Construcción Mecánica del Nervión”. Aquí lo dejo. Del meteoro que decapitó la estatua de Magallón hace unos días he pasado a otra historia más interesante. Por cierto, para terminar,  el espacio ocupado por los  talleres de Averly, en Campo Sepulcro, son en la actualidad objeto de especulación urbanística. ¡Qué le vamos a hacer…!

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