Parece
ser que un número amplio de ciudadanos teme que Televisión Española pueda suprimir la misa dominical incluida en el
programa “El día del Señor”. Soy
consciente de que España es constitucionalmente un país aconfesional y de que
la televisión pública se mantiene con el dinero de todos. Pero no me parece mal
que en esa televisión pública se emita una vez por semana un oficio religiosos
que siguen desde sus casas personas con dificultosa movilidad para desplazarse
a los templos o ancianos que no pisan la calle. Es necesario el respeto a las
minorías. Este es el país europeo donde más rápido se está secularizando y es
un hecho cierto que apenas el 20 % de las bodas se practican por el rito
católico; que la mitad de los neonatos no son bautizados; que la confesión, la
primera comunión y la confirmación parece que sean cosas de otros tiempos.
Bueno, y qué. En unos datos que ofrecía Celeste
López en La Vanguardia, ponía el
ejemplo de Francia, “donde la secularización fue más lenta y larga. Hacia 1965,
el 94% de la población francesa estaba bautizada y el 25% iba a misa todos los
domingos. En la actualidad, sólo el 2% va a la iglesia y no pasa del 30% de los
menores de 7 años que está bautizado”, basándose en datos recogidos en el libro
“Cómo nuestro mundo ha dejado de ser cristiano. Anatomía de un derrumbe” de
Guillaume Cuchet, profesor de
Historia Contemporánea en la Universidad de Paris-Est-Creteil. El caso español
es diferente debido al nacional-catolicismo
impuesto por el régimen de Franco, cuyos sedimentos perduran en el ámbito rural
(sólo hay que observar los honores que se dispensan a vírgenes y santos en las
fiestas patronales) y, también, en un importante segmento de la población
urbana de sesenta años en adelante. Según el sociólogo Francisco Javier Elzo, autor de “Morir
para renacer” (Ed. San Pablo Comunicación, 2017, 320 p.) “en España se
identifica religión con derecha o extrema derecha, con antiguo, con viejo, con
imposición y uniformidad”. Vuelve la burra al trigo. Elzo redunda en lo
deletéreo de un régimen dictatorial prolongado en el tiempo cuyos efectos nocivos
perduran en el interior de muchos ciudadanos, como el mercurio del atún, para
desgracia colectiva. A mi entender, habría que poner fin a los obsoletos “Acuerdos Iglesia-Estado” de 1979 si
consideramos que, desde 2006, el número de aquellos que se identifican como
católicos practicantes se ha reducido un 27%, y que la cifra va en aumento. Pese
a todo ello, sigo manteniendo que el oficio religiosos que ofrece Televisión Española todos los domingos
cumple una función social a inválidos y ancianos creyentes. En consecuencia, no
encuentro razones para que la misa deba ser suprimida de la programación matinal.
Si a alguien no le gustan los ritos que ejercen los funcionarios del Más Allá
(que en el Más Acá cobran del Estado sin haber opositado) le invito a que
cambie de cadena o que apague el monitor y se dedique al sacrosanto ejercicio
de la lectura, la mejor medicina preventiva contra la burricie.
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