Observo
con interés el cartel correspondiente a las Fiestas
de san Roque, en Calatayud. Me gusta su estilo ingenuo, naif. En él aparece
la Plaza de Toros “Margarita”, de donde salen sonidos musicales; y a la
izquierda un mozo aporreando un bombo; encima, el Ayuntamiento y una farola;
detrás, unas casas; y sobrepuesto, a modo de timbre, la encalada ermita de san Roque y la explosión de unos fuegos
de artificio. No conozco su autoría, pero sin duda se trata de un artista digno
de ser tenido en cuenta. Debajo se señala que son “fiestas declaradas de interés turístico regional”. Pues nada, del 14 al 18 de agosto habrá que
estar presente y disfrutar del ambiente. Hace ya muchos años escribí cuando el
cronista, o sea, servidor de ustedes, intentó cumplir con el avío de dar hábil
cuenta del traslado de Larios y Darío (dos personajes de una novelilla)
hasta la ciudad de Calatayud y la porfía de don Ciro, viajante de comercio, que asomó por la pensión mediada la
mañana del día siguiente con el ojo derecho a la virulé y el traje de rayadillo
henchido de lamparones. En agosto de 1975 el Sahara no estaba para bromas. El vespertino
Informaciones describía con detalle
el suceso de la calle Simó, en el melillense barrio de Corominas. Mientras,
Calatayud hervía a borbotones entre pitos y flautas. En la Plaza del Fuerte un
grupo de joteros de Alma de Aragón,
sincronizados por Mariano Forns,
bailaban el “Bolero de Caspe” sobre
la caja de una vieja furgoneta Ford sin
laterales y donde en las puertas de la cabina podía leerse: “Viuda de Benito Sánchez”. En un local
medianil con Retales Baraza, en la
Rúa, los responsables de la peña Los Que
Faltaban anunciaban a bombo y platillo la gala de Los Sirex, y en otro local, anejo a la librería Casa Perruca pudieron ver la añagaza de
la peña Euqor para la velada de Alicia y Nubes Grises. En el bar La Unión, frente a un retrato de Magritas pintado por Melendo, don Ciro, Darío y Larios volcaron
a la andorga unos fardeles y sendas cañas de pajarilla de Ricla. Amanecía
mansamente y una luna intratable y hosca asomaba su embozo de viernes por la
breña de Bámbola.
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