lunes, 16 de julio de 2018

Almendras garrapiñadas



Leo una noticia curiosa en El Correo de Andalucía: “Explota un puesto de garrapiñadas en el Prado de San Sebastián”. Sigue señalando ese diario que “la deflagración de una bombona de camping-gas en el citado puesto de venta ambulante ha sido el detonante del suceso, si bien no hay que lamentar heridos”. Menos mal que la cosa no ha pasado de un susto. Pero a lo que iba. Dejando claro que la frase publicada es incorrecta, puesto que lo que explotó no fue el puesto sino la bombona, convendrán el lector conmigo en que tal y como llegan las noticias de agencias, o cómo se redactan en el interior de las tripas de las redacciones de los diarios, parece  normal que el lector se quede hecho un mar de dudas. Sólo con haber cambiado “explota” por “explosiona” hubiésemos disipado dudas. Porque dicho así, “explota un puesto de garrapiñadas”, con carencia de sujeto, da la sensación de que alguien ha montado un chiringuito para buscarse la vida vendiendo al transeúnte almendras  garapiñadas embolsadas al estilo de Briviesca, o de Alcalá de Henares, confeccionadas por las monjas clarisas y documentadas en el siglo XVII por Juan de la Mata. “Garrapiña” es el aspecto del líquido de algo cuando se solidifica en grumos. El nombre viene del vasco garai-ipiñia, que significa “puesto encima”. De la misma manera, “garrapiñera” era aquel utensilio utilizado para hacer helados. Consistía en un recipiente cilíndrico de metal en el que se colocaba lo que se iba a helar y se le hacía girar dentro de otro recipiente de madera lleno de hielo con sal. Muchos de mi generación conocimos de niños aquel artilugio casero tan entrañable provisto de manubrio que nos deleitó muchas tardes veraniegas. Pero a lo que iba: una persona explosiona o hace explotar una bomba, pero nunca explota la bomba. Explotar es un verbo intransitivo, es decir, que el sujeto es la cosa que explota. Explosionar es transitivo, es decir, el sujeto es aquel que hace que algo explote. Parece incorrecto, por tanto, una expresión muy habitual en las redacciones de prensa, verbigracia, “el suicida explosionó”, por confundir objeto y  sujeto. De cualquier manera, que ya me estoy haciendo un lío, los negocios se explotan por el sujeto que abre la persiana para hacer negocios y las bombas explotan por ellas mismas. Lo que en el sevillano Prado de San Sebastián explotó no fue el puesto de garrapiñadas sino la bombona de gas. Por cierto, no se trataba de un puesto al estilo de una barraca de feria, de un quiosco, o de una churrería como se da a entender,  sino un pequeño carrito de mano con el que intentaba ganarse la vida de forma ambulante un pobre hombre que se desplazaba en un cochecito de inválido.  

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