jueves, 26 de julio de 2018

La esperada "segunda venida"




Dice Pérez-Maura, a propósito de la posible exhumación del cadáver de Franco, que “los restos mortales de cualquiera son propiedad de su familia según la jurisprudencia de nuestro Tribunal Supremo y esos descendientes son los que tienen que disponer qué se hace con ellos”. Y añade que “España firmó en 1979 un convenio con la Santa Sede –que es un Estado soberano– que recoge la inviolabilidad de los lugares sagrados. Y a nadie puede sorprender que la familia se niegue a aceptar que el Gobierno pueda hacer un uso político del cadáver”. Se le olvidó decir a Pérez-Maura que el Estado de la Ciudad del Vaticano fue una merced de Benito Mussolini con los Pactos de Letrán en 1929;  que, en rigor, es la Santa Sede, y no el Estado del Vaticano, la que mantiene relaciones diplomáticas con los demás países del mundo; y que es el Estado Vaticano el que da el soporte temporal y soberano (sustrato territorial) para la actividad de la Santa Sede. Todo aclarado. Vale, está bien. Pues si no se pueden sacar esos restos mortales de Franco sin permiso de la familia, que se dejen donde están por los siglos de los siglos. Ayer, 25 de julio, se cumplieron 80 años justos del comienzo de la Batalla del Ebro. Ya casi no quedan testigos vivos de aquella escabechina. Sólo, si acaso, algunos ancianos, muy pocos, pertenecientes a la “quinta del biberón”. El tiempo pasa y la Guerra Civil pronto será un recuerdo casi tan vetusto como la Batalla de Lepanto. Ya no importa demasiado dónde está lo que queda de aquel golpista gallego con baraka. Según Pérez-Maura, sacar los restos de Franco de Cuelgamuros sin el consentimiento de sus descendientes constituiría un delito de prevaricación. Y termina diciendo: “Confieso que nada me parecería más divertido que ver a la familia Franco derrotando al Gobierno Sánchez en los tribunales”. Pérez-Maura, que no ha leído “El Quijote”, dice aquello de “cosas veredes, amigo Sancho…”. ¿Dónde lo pone? “Cosas veredes…” como origen literario de esa expresión, se remonta  al Cantar de mío Cid, cuando Rodrígo Díaz de Vivar le dice a Alfonso VI “Muchos males han venido por los reyes que se ausentan…”, y el rey contesta: “Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras”. Pérez-Maura viene a decir en su artículo de ABC, “Prevaricación, ese delito”, que el cardenal Osoro le ha dicho a él, personalmente, que no permitirá que se saque el cuerpo de Franco sin el permiso de su familia. Y el prior, Santiago Cantera, ídem del lienzo. “Con la Iglesia hemos dado, Sancho”, como dijo Don Quijote a su escudero una noche, mientras ambos buscaban a ciegas el palacio de Dulcinea y se encontraron con la iglesia de El Toboso. Bueno, aquí hemos dado con la Iglesia, la familia del momificado general y una caterva de nostálgicos que esperan la Segunda Venida de Franco para poner en orden a la Humanidad y corregir a las naciones con vara de hierro, como quedó escrito en  Apocalipsis 19.11-13. Ese día, espero estar presente en Collado-Villalba para no perderme detalle, a cierta distancia, de lo que acontece en ese hoyo de Guadarrama.

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