Lecciones
de cosas fue un libro de José Dalmau Carles publicado
por primera vez en 1934, en plena República. Se trataba de un manual de aprendizaje básico
encuadernado en cartoné que servía de ayuda a alumnos y maestros con enseñanzas
elementales: el viento, el agua, el mar, los peces, urbanidad, la higiene, la
escritura… La primera de las lecciones trataba sobre el concepto de la Patria y
la descripción de la bandera, con tres bandas horizontales iguales: roja,
amarilla y morada. Como resulta evidente, tras el triunfo de los rebeldes en la
Guerra Civil fue necesario cambiar algunos conceptos. Con el tiempo, Dalmau,
ante el éxito obtenido con su libro, se editó otro, que tituló “Otras lecciones de cosas” (Joaquín Pla Cargol). Y con ese mismo
título (“Lecciones de cosas”) escribió
Amando de Miguel un artículo
interesante en Libertad digital
(01/07/13). Y aprovechó De Miguel (en sus particulares “Lecciones de cosas”) para contar el significado de nuevas
palabras: pagapensiones, pagafantas, etc, utilizadas en el
lenguaje popular. Planteaba, asimismo, el origen del verbo cabrear, que no debe asociarse al despectivo y malsonante adjetivo cabrón, que tiene varias acepciones tanto
en España como en México o en América del Sur. Pues bien, decía De Miguel que Ignacio Frías (un lector suyo) le
aclaró el curioso étimo de esa voz. “Procede -decía- del latín capibrevium, la acción de
recuperar algo a lo que se tiene derecho del modo más expedito posible. En
rigor, era el procedimiento judicial para exigir los pagos de algunas deudas
atrasadas. De ahí la sensación de enfado de quien recibe una reclamación que no
esperaba. Es decir, el estado de cabreo”. Y añadía De Miguel que “con algunas palabras malsonantes
ocurre algo curioso. Pueden ser obscenas en su significado original, pero se
lavan elegantemente en algunas otras derivadas o afines. Consideremos la voz carajo. Es de origen incierto,
pero existe en las lenguas romances con el mismo sentido de miembro viril.
Por tanto, no debe dejarse caer en una conversación culta o semiculta; por
ejemplo, una tertulia. Pero sí se puede decir "carajal" (lío, confusión, caos) y, desde luego, "carajillo" (café con coñac), palabras, si no elegantes,
sí populares. Caben también algunos ñoñismos para no pronunciar la palabra
vitanda: caray, caramba, carape, caracho, caracoles.
Tantos eufemismos nos indican que la voz primigenia es sumamente útil en el
lenguaje coloquial”.
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