lunes, 24 de diciembre de 2018

Lecciones de cosas



Lecciones de cosas fue un libro de José Dalmau Carles  publicado por primera vez en 1934, en plena República.  Se trataba de un manual de aprendizaje básico encuadernado en cartoné que servía de ayuda a alumnos y maestros con enseñanzas elementales: el viento, el agua, el mar, los peces, urbanidad, la higiene, la escritura… La primera de las lecciones trataba sobre el concepto de la Patria y la descripción de la bandera, con tres bandas horizontales iguales: roja, amarilla y morada. Como resulta evidente, tras el triunfo de los rebeldes en la Guerra Civil fue necesario cambiar algunos conceptos. Con el tiempo, Dalmau, ante el éxito obtenido con su libro, se editó otro, que tituló “Otras lecciones de cosas” (Joaquín Pla Cargol). Y con ese mismo título (“Lecciones de cosas”) escribió Amando de Miguel un artículo interesante en Libertad digital (01/07/13). Y aprovechó De Miguel (en sus particulares “Lecciones de cosas”) para contar el significado de nuevas palabras: pagapensiones, pagafantas, etc, utilizadas en el lenguaje popular. Planteaba, asimismo, el origen del verbo cabrear, que no debe asociarse al despectivo y malsonante  adjetivo cabrón, que tiene varias acepciones tanto en España como en México o en América del Sur. Pues bien, decía De Miguel que Ignacio Frías (un lector suyo) le aclaró el curioso étimo de esa voz. “Procede -decía- del latín capibrevium, la acción de recuperar algo a lo que se tiene derecho del modo más expedito posible. En rigor, era el procedimiento judicial para exigir los pagos de algunas deudas atrasadas. De ahí la sensación de enfado de quien recibe una reclamación que no esperaba. Es decir, el estado de cabreo”. Y añadía De Miguel que “con algunas palabras malsonantes ocurre algo curioso. Pueden ser obscenas en su significado original, pero se lavan elegantemente en algunas otras derivadas o afines. Consideremos la voz carajo. Es de origen incierto, pero existe en las lenguas romances con el mismo sentido de miembro viril. Por tanto, no debe dejarse caer en una conversación culta o semiculta; por ejemplo, una tertulia. Pero sí se puede decir "carajal" (lío, confusión, caos) y, desde luego, "carajillo"  (café con coñac), palabras, si no elegantes, sí populares. Caben también algunos ñoñismos para no pronunciar la palabra vitanda: caray, caramba, carape, caracho, caracoles. Tantos eufemismos nos indican que la voz primigenia es sumamente útil en el lenguaje coloquial”.

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