Mis queridas
nietas, Candela y Olivia, se han marchado temprano hasta
Zaidín, en el Bajo Cinca, para pasar el día. Temo que regresen hablando el
saidiné, ese dialecto diferente al mequinensá que hablan en Mequinenza o al
torrentí, en Torrente de Cinca. Ser frontera con Cataluña tiene esas cosas. De
hecho, hasta finales del siglo XX todavía había personas de mucha edad que sólo
hablaban en Zaidín el saidiné o fragatí. Una de las características de ese
dialecto es la sustitución en determinadas palabras, como la “l” del catalán
por la “i”; verbigracia: “pobie” por “poble”. Otra particularidad, es la
primera persona del verbo ser, que en saidiné es “jo sic” en vez de “jo soc”
del catalán. A la edad de mis nietas, que además estudian en un colegio
francés, puede hasta suceder que ello desemboque en el lenguaje de los
albañiles de la Torre de Babel. Por cierto, Zaidín durante un tiempo fue
propiedad de Berenguer de Bardají,
que detenta calle en el zaragozano barrio de las Delicias. En Zaidín, (topónimo
ibérico donde säi-din es el plural de
“sâ-id” y nada tiene que ver
etimológicamente hablando con Zaidín, el barrio de Granada) todavía se conserva
parte de la muralla del castillo de Ibn
al Zayd, visible desde la carretera que une Fraga con Monzón. Pero
la historia de Zaidín (donde “ain”
significa altura y “zain”,
vigilancia) seguramente podría contarla
con más rigor que yo Marco Antonio Ibarz,
actual alcalde del PSOE. Berenguer de Bardají, al que hacía referencia, había
nacido en Benasque y se casó con Isabel
Ram, hermana de Domingo Ram,
obispo de Huesca. Con ella tuvo cuatro hijos: Juan, destacado militar; Berenguer;
Jorge, obispo de Tarazona (antes de
ello había sido prior de la colegiata del Santo Sepulcro de Calatayud y el 11
de febrero de 1453 bautizó en la Seo de Zaragoza a Fernando II de Aragón); y María,
casada con Pedro Jiménez de Urrea.
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