Hace
sólo una semana, el pasado 24 de noviembre, hacía un elogio sobre la figura de Germán
López Sampedro; y, casi al final de mi escrito, decía que “merecería el
nombre de una calle en Calatayud. Sería como una ramita de yerbabuena en un
vaso con agua de lluvia, o como el arranque de una mazurca arañada por la aguja
en el microsurco en tediosa tarde de domingo”.
Reconozco que estaba en un error, que tanto Germán como su hermano Julio ya disponían de calle en
Calatayud, en el barrio de la Consolación: “Calle
de los hermanos López Sampedro”. A los dos hermanos, junto a Agustín Sanmiguel, el Ayuntamiento les
había rendido homenaje por su estudio y difusión de la cultura en marzo de
2011. A Sanmiguel, biólogo, especialista en arte mudéjar y profesor que lo
fuese del IES Leonardo de Chabacier
se le puso el nombre a una calle en la parte posterior de la colegiata de Santa
María, templo que tenía muy bien estudiado. Había fallecido en 2009 con sólo 62
años de edad. Tanto los hermanos López Sampedro como el profesor Sanmiguel
habían pertenecido al Centro de Estudios
Bilbilitanos. Fue aquel año, 2011, en el que también se nombró Hijo Adoptivo
de Calatayud al catedrático de Arqueología y director de las excavaciones en
Bílbilis, Manuel Martín Bueno. Hasta
entonces sólo ostentaban ese reconocido título honorífico el farmacéutico Mariano Dexeus Beatty (2005) y el genial Antonio Mingote Barrachina (1995), ambos ya fallecidos. Lamento mi
equivocación por ignorancia y así lo reconozco. Y me congratula saber que
Germán, también Julio y Agustín, disponen de merecida calle. Me viene al
recuerdo la escena (I, 22) en que don
Quijote deja en libertad a los galeotes, pese a que Ginés de Pasamonte hace burlas, y que don Quijote recibe una lluvia
de pedradas como gratitud. Señala entonces don Quijote: “De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben…”. También
Calatayud sabe reconocer la valía de sus hijos. Y eso me emociona.
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