domingo, 2 de diciembre de 2018

Corregir un equívoco



Hace sólo una semana, el pasado 24 de noviembre, hacía un elogio sobre la figura de  Germán López Sampedro; y, casi al final de mi escrito, decía que “merecería el nombre de una calle en Calatayud. Sería como una ramita de yerbabuena en un vaso con agua de lluvia, o como el arranque de una mazurca arañada por la aguja en el microsurco en tediosa tarde de domingo”.  Reconozco que estaba en un error, que tanto Germán como su hermano Julio ya disponían de calle en Calatayud, en el barrio de la Consolación: “Calle de los hermanos López Sampedro”. A los dos hermanos, junto a Agustín Sanmiguel, el Ayuntamiento les había rendido homenaje por su estudio y difusión de la cultura en marzo de 2011. A Sanmiguel, biólogo, especialista en arte mudéjar y profesor que lo fuese del IES Leonardo de Chabacier se le puso el nombre a una calle en la parte posterior de la colegiata de Santa María, templo que tenía muy bien estudiado. Había fallecido en 2009 con sólo 62 años de edad. Tanto los hermanos López Sampedro como el profesor Sanmiguel habían pertenecido al Centro de Estudios Bilbilitanos. Fue aquel año, 2011, en el que también se nombró Hijo Adoptivo de Calatayud al catedrático de Arqueología y director de las excavaciones en Bílbilis, Manuel Martín Bueno. Hasta entonces sólo ostentaban ese reconocido título honorífico el farmacéutico Mariano Dexeus Beatty (2005)  y el genial Antonio Mingote Barrachina (1995), ambos ya fallecidos. Lamento mi equivocación por ignorancia y así lo reconozco. Y me congratula saber que Germán, también Julio y Agustín, disponen de merecida calle. Me viene al recuerdo la escena (I, 22) en que don Quijote deja en libertad a los galeotes, pese a que Ginés de Pasamonte hace burlas, y que don Quijote recibe una lluvia de pedradas como gratitud. Señala entonces don Quijote: “De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben…”. También Calatayud sabe reconocer la valía de sus hijos. Y eso me emociona.

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