A propósito del Consejo de Ministros en Barcelona, Pérez-Maura, con el que alguna vez
estoy de acuerdo, señala en el diario ABC:
“Y en medio de este disparate, el Gobierno ha escogido
reunirse en la Lonja del Mar de Barcelona, un edificio neoclásico del siglo
XVIII. Por si no fuera ya bastante vergonzoso el que el Gobierno no imponga su
autoridad frente a la Generalidad, para celebrar una sesión del Consejo de
Ministros pide prestado un edificio a la Cámara de Comercio. Como me decía días
atrás un amigo que es un veterano socialista del equipo de Enrique Tierno Galván (¿sabrá el doctor Sánchez quién era el catedrático Tierno Galván?): ‘Para eso es más
digno hacerlo en la Delegación del Gobierno o, de perdidos al río, en la
antigua Capitanía General’. O en el Palacio Real de Pedralbes, añadiría yo.
Pero no. Todo es de tapadillo, como con miedo. Y lo que es peor: garantizando
la ruta de la huída de Barcelona. Porque desde la Lonja del Mar, la huída en
barco no ofrece ningún problema”. A mi entender, un Consejo de Ministros del
próximo 21 de diciembre fuera de Madrid, ya sea en Barcelona o en Mansilla de
las Mulas, conlleva un tremendo gasto. Pero no importa. Como en cierta ocasión
dijera Carmen Calvo: “el dinero
público no es de nadie”. Y se quedó tan fresca.
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