A propósito del ambigú, contaba
Ignacio
Gracia Noriega (
La Nueva España,
24/01/2009)
que “el Diccionario precisa
que el
‘buffet’, o
‘bufé’ en la grafía española, es la
comida, por lo general nocturna, compuesta de platos calientes y fríos con que
se cubre de una vez la mesa, lo que además de ser una explicación poco
brillante y confusa, no explica nada, y también, en su tercera acepción: ‘local
para tomar
refacción ligera en
estaciones de ferrocarriles y otros sitios’. A los lugares destinados en las
estaciones de tren a servir refacciones ligeras y también, por qué no, a las de
los autobuses, se los denomina usualmente cantinas, y cuando esos lugares de refacción
ligera se encontraban en el interior de los establecimientos cinematográficos y
de los teatros recibían el nombre de ambigú”. Parece más claro
Ángel Muro, en
El Practicón,
cuando señala que “las comidas, según las horas, cambian de nombre y difieren
en su composición y fisonomía:
comida,
almuerzo de cumplido,
almuerzo-comida y
cena. Sobre la cena dice que “tiene el carácter de lo imprevisto. No
hay sopa y todos los platos deben ser fiambres. Y el conjunto de todo ello
(pescados, gelatinas, legumbres, etcétera) se presenta en la mesa junto a
postres, teteras y cafeteras”. Y ese conjunto queda bien definido por Muro: “El
ambigú, que así se llama”. De la misma manera, Muro entiende que el
almuerzo de cumplido se diferencia del
banquete en que no se sirve sopa. El
asturiano Ignacio Gracia Noriega, fallecido en 2016, escribió además de
muchos libros y artículos,
“Las crónicas de la Cofradía de la Mesa de
Asturias” y permitió que algunas obras suyas fuesen editadas en formato
digital. Según contaba, el rico vocabulario hostelero de la lengua francesa se
fue incorporando a nuestra lengua poco a poco:
‘restaurant’ aparece ya en
Pérez
Galdós en 1865;
‘chef’, en
Ignacio Domenech en 1913;
‘maître’, en
Cadalso en 1789, y
‘buffet’,
en
Francisco Javier de Burgos en
1896. Ignacio Gracia Noriega, a propósito de las refacciones ligeras decía: “De
los establecimientos para refacciones ligeras, y no tan ligeras, anexos a
oficinas públicas e institutos de todo tipo, el más famoso del Oviedo de antaño
era el bar de Sindicatos, regido por el gran
Ubaldo, que ofrecía una cocina prestigiosa en toda la ciudad. A
estos locales se los llamaba sencillamente ‘bar’, y si estaban en un hospital, ‘cafetería’,
que sonaba más fino. Y cuando se trataba del local con barra y bebidas dentro
de los cines y los teatros se llamaban ‘ambigú’, que solía estar en una esquina del
vestíbulo”.
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