sábado, 22 de diciembre de 2018

A propósito del ambigú



A propósito del ambigú, contaba Ignacio Gracia Noriega ( La Nueva España, 24/01/2009)  que “el Diccionario precisa que el ‘buffet’, o ‘bufé’ en la grafía española, es la comida, por lo general nocturna, compuesta de platos calientes y fríos con que se cubre de una vez la mesa, lo que además de ser una explicación poco brillante y confusa, no explica nada, y también, en su tercera acepción: ‘local para tomar refacción ligera en estaciones de ferrocarriles y otros sitios’. A los lugares destinados en las estaciones de tren a servir refacciones ligeras y también, por qué no, a las de los autobuses, se los denomina usualmente cantinas, y cuando esos lugares de refacción ligera se encontraban en el interior de los establecimientos cinematográficos y de los teatros recibían el nombre de ambigú”. Parece más claro Ángel Muro, en El Practicón, cuando señala que “las comidas, según las horas, cambian de nombre y difieren en su composición y fisonomía: comida, almuerzo de cumplido, almuerzo-comida y cena. Sobre la cena dice que “tiene el carácter de lo imprevisto. No hay sopa y todos los platos deben ser fiambres. Y el conjunto de todo ello (pescados, gelatinas, legumbres, etcétera) se presenta en la mesa junto a postres, teteras y cafeteras”. Y ese conjunto queda bien definido por Muro: “El ambigú, que así se llama”. De la misma manera, Muro entiende que el almuerzo de cumplido se diferencia del banquete en que no se sirve sopa. El asturiano Ignacio Gracia Noriega, fallecido en 2016, escribió además de  muchos libros y artículos, “Las crónicas de la Cofradía de la Mesa de Asturias” y permitió que algunas obras suyas fuesen editadas en formato digital. Según contaba, el rico vocabulario hostelero de la lengua francesa se fue incorporando a nuestra lengua poco a poco: ‘restaurant’ aparece ya en Pérez Galdós en 1865; ‘chef’, en Ignacio Domenech en 1913; ‘maître’, en Cadalso en 1789, y ‘buffet’, en Francisco Javier de Burgos en 1896. Ignacio Gracia Noriega, a propósito de las refacciones ligeras decía: “De los establecimientos para refacciones ligeras, y no tan ligeras, anexos a oficinas públicas e institutos de todo tipo, el más famoso del Oviedo de antaño era el bar de Sindicatos, regido por el gran Ubaldo, que ofrecía una cocina prestigiosa en toda la ciudad. A estos locales se los llamaba sencillamente ‘bar’, y si estaban en un hospital, ‘cafetería’, que sonaba más fino. Y cuando se trataba del local con barra y bebidas dentro de los cines y los teatros se llamaban ‘ambigú’, que solía estar en una esquina del vestíbulo”.

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