Todavía estoy conmocionado con el asesinato de Laura Luelmo, esa joven zamorana, licenciada
en Bellas Artes, que había marchado a Andalucía llena de ilusión por trabajar
como profesora interina en un instituto de Nerva, la ciudad con pasodoble que tanto
gustaba interpretar a la banda del maestro Tejera.
Un pasodoble compuesto hace 95 años por Manuel Rojas Tirado y donde el solo de trompeta siempre fue un referente en faenas bullangueras
en cualquier plaza de toros. Pero no quiero salirme del tiesto.
A mi entender, la prisión permanente revisable es necesaria en determinados casos.
La cárcel no rehabilita a determinados individuos, sino todo lo contrario. Pero
estos días, en los que he estado ausente, han ocurrido muchas cosas. Me da pena
el Real Zaragoza. Se encuentra casi hundido en Segunda División y a los
directivos del club se les ha encendido
la bombilla y han optado por el último recurso.
Han llamado a Víctor Fernández, “cirujano”
de postín en cuestiones de fútbol para
que obre el “milagro” de taponar la sangría y sacar al equipo del pozo en el
que se encuentra. También el club deportivo ha presentado cuentas: unos
beneficios de 1’7 millones de euros y una reducción de deuda neta a los 81 millones de los 140 que obligaron en 2011 a
Agapito Iglesias a solicitar
concurso voluntario de acreedores. Necesitaríamos otro Francisco
de Goya que retratase el momento actual español con realismo. Con realismo
de bisturí, como diría Ángel Alonso
Prieto, el autor de la “Oda a los
palomares”: “Madre tierra, tierra
madre, / olvida tu nombre…”. La
Navidad nos viste a todos de purísma y oro cuando deberíamos ir de catafalco y
plata. ¡Ale, maestro!, que suene el solo de trompeta en el silencio mudo de la
tarde gris. Es “La música callada del
toreo”, que escribiera José Bergamín,
en este silencio que puede cortarse. Todos somos Laura Luelmo, la muchacha
ilusionada y llena de vida a la que la madre tierra le dará cobijo. Descanse en
paz.
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