domingo, 9 de diciembre de 2018

¡Hostias, Pedrín!



La palabra hostia, que significa víctima, se transformó en  el eufemístico “ostras” con el triunfo de los rebeldes en la Guerra Civil y el tremendo poder que tuvo el nacional-catolicismo en una España atrasada y el catolicismo imperante en todas y cada una de las diócesis tuteladas por obispos, a los que la República les había recortado ciertos privilegios. Todo aquello que se legislaba eliminando alguna de estas prebendas era elevado al término de persecución, para así justificar un artificial martirologio. No digo nada nuevo si recuerdo que el respaldo de la Iglesia Católica (Gomá, Segura…) a esa rebelión fue inmediato  y fueron muchos los eclesiásticos que participaron en el levantamiento del 18 de julio de 1936. Según Julián Casanova, en Navarra fueron los sacerdotes los que en múltiples ocasiones dirigieron los preparativos para la sublevación. En 1940 apareció el cómic “Roberto Alcázar y Pedrín” con viñetas del dibujante Eduardo Vañó, del que se publicaron 1.219 números, además de los extras, hasta 1976. Y en ese tebeo, Roberto Alcázar solía decir la expresión “¡Ostras, Pedrín!” para expresar asombro. También se utilizaron las expresiones de “¡Toma del frasco, Carrasco!”,  en referencia al aceite de ricino, y “¡Traga jarabe de palo!”, que es lo que les daban a los rojos durante la posguerra. Pocos años más tarde apareció el cómic  de Acción Católica “Trampolín”, dirigido por Alberto de Macua y editado entre 1948 y 1959, donde había otras expresiones parecidas. Entre sus personajes, destacaban  Ataúlfo Clorato y su sobrino Renato, la familia Sulfamida, Ciriaco Majareto, Mateo Pí, el Conde Pepe, Listón y Tarugo, etcétera. Pero las “hostias”, que no las “ostras”, esas obleas que se toman en la comunión y se emplean en la consagración en las misas, pierden mercado en España. Me entero por El Español que “las hostias baratas de los chinos arruinan a las monjas españolas de clausura” y que “empresas chinas, polacas e italianas venden las obleas a mitad de precio que las novicias españolas”. Tanto es así que en un convento español el pack de 500 obleas tienen un coste de unos 5 euros y las importadas, que se venden por internet, se ofertan por la mitad de ese dinero. Es lo que tiene la globalización y esa expresión tan cursi denominada “nichos de mercado”. Hasta en la fabricación de hostias existe competencia. A este paso, no tardando mucho, las venderán los monaguillos en las sacristías a fin de que cada feligrés que desee comulgar se la entregue al cura, para que éste las ponga dentro del copón antes de oficiar la misa. Los tiempos no están para dispendios.

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