viernes, 25 de octubre de 2019

Adalid de cartón-piedra



Màrius Carol, director de La Vanguardia, bajo el título “La última selfie franquista”, al referirse al traslado de la momia de Franco a Mingorrubio, señala: “Ver al ex teniente general Tejero, autor de un golpe de Estado fallido contra la democracia, al lado de un puñado de nostálgicos del franquismo brazo en alto cantando el Cara al sol para recibir el ataúd en El Pardo, a pocos metros del cementerio de Mingorrubio, era una selfie de un pasado apolillado. Franco no pidió nunca ser enterrado en el Valle de los Caídos”, etcétera. Pero hoy en los medios hay opiniones para todos los gustos. Carol hace referencia al diario alemán Der Spiegel, donde dice que “ha sido un triunfo para la democracia española”. Con eso debemos quedarnos. De nada sirve que los nietos del dictador desplieguen banderas preconstitucionales y griten a los cuatro vientos que lo acontecido ayer con su abuelo fue una “profanación” de sepultura; o que Ramón Perez-Maura señale en el diario ABC que “es más que probable que éste no sea el último entierro del general. Cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dicte sentencia, apuesto a que acabaremos viendo a Franco enterrado en la catedral de la Almudena. Al tiempo”. Parece un sarcasmo que el bisnieto de don Antonio Maura nos salga ahora con esa pata de banco. Que yo sepa, el TEDH es la máxima autoridad judicial para la garantía de los derechos humanos y libertades fundamentales en toda Europa, excepto Bielorrusia, Kazajistán y la Ciudad del Vaticano. No hay regla sin excepción, pero la excepción  refina, amplía y modifica la regla. Si existe una excepción, evidentemente debe existir una regla para la que se aplica dicha excepción. O dicho de otro modo, en la frase “La visita al Valle de los Caídos es de pago al público excepto los miércoles”, la excepción señala que hay que pasar por taquilla siempre, salvo que lo visites ese día de la semana, por ser de puertas abiertas. Por cierto, yo lo visité hace ya muchos años y tuve que pagar. Le dije al tipo de la taquilla que me parecía caro ese pase al recinto de Cuelgamuros, y éste me respondió sin inmutarse: “Hoy no es miércoles”. “Ya, --le respondí-- pero esto es un repago”. Y el tipo de la taquilla, sin apenas inmutarse, se encogió de hombros al tiempo en que su viejo transistor sonaban unos compases de “It never rains in southern California.

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