Tranquilos, lo ha dicho
Fernando
Grande-Marlaska, ministro del Interior: “Se puede visitar Barcelona con
total normalidad”, a pesar de los disturbios. Y ha añadido que “los Mossos,
Policía y el Gobierno están tratando de garantizar la
seguridad”.
Ya saben el dicho aquel de “fíate de la Virgen, y no corras”. El ministro podrá
decir lo que quiera, pero la realidad que se palpa es muy distinta. Sólo le ha
faltado cantar el
corrido de Rosita
Alvírez, que dice aquello de
“el día
que la mataron, Rosita estaba de suerte: de tres tiros que le dieron, nomás uno
era de muerte”. En su artículo
“Tú fíate
de la Virgen, y no corras” (
La
Vanguardia, 31/05/12),
Andrés Trapiello contaba (en referencia
a
Rodríguez Zapatero) que “un minuto
antes de que se batiera la plusmarca de cracs mundiales, que seguía ostentando
Wall Street/1929, salió por televisión
y dijo: “No hay ninguna crisis. Decir lo contrario es un acto antipatriótico”.
Lo cierto fue que nos quitaron muchos millones
de euros a todos los españoles, recortando Sanidad, Enseñanza, Obras Públicas y
Asuntos Sociales para que a los banqueros les cuadrasen las cuentas derivadas
de su manifiesta incompetencia,
y cuando
poco antes se cacareaba desde aquel “Gobierno de matados” que el sistema
financiero español era muy solvente. Pero hay algo peor: aquellas entidades de
crédito no han devuelto ni un celemín del dinero prestado por el Estado (más de
80.000 millones de euros) recibidos a través del ICO. Ahora, Grande-Marlaska
nos viene con otra milonga: “que se puede visitar Barcelona con normalidad”.
Pero lo cierto es que, mientras ardía Barcelona por los cuatro costados y se
rompían escaparates y mobiliario urbano en la Gran Vía, en la calle Nápoles, en
el paseo de Gracia, en el paseo de san Juan…, el pasado miércoles, ese ministro,
responsable del orden público en Carpetovetonia e islas adyacentes cenaba tan
pancho y rodeado de guardaespaldas en
Válgame
Dios, el madrileño bar de copas instalado en el número 43 de la calle
Augusto Figueroa. Una calle con historia. Allí, justo en la esquina con Fuencarral,
unos pistoleros dieron muerte al teniente
Castillo, que aquel día tampoco
estaba de suerte, como le sucediera a
Rosita
Alvírez treinta y seis años antes, es decir, en 1900.
Ese local de copas
cuenta en sus paredes con decenas de fotografías y retratos de los
famosos
que han pasado por sus mesas: desde Marta Sánchez hasta Serrat, pasando por Carme
Chacón, Trinidad
Jiménez
o el propio ministro. Como curiosidad, y según leo en ABC,
“en 2014,
Pedro Sánchez compartía un mensaje en Twitter
tras asistir a una tertulia con el tipo que, años después, compartiría
gobierno: «Acabo el día en la tertulia cultural del bar
Válgame Dios. Con mi admirado
Máximo
Huerta, ¡deseando leer tu novela!». Se refería a la novela
“La noche soñada”, que comienza
en la ciudad ficticia de Calabella, en la
Costa Brava, el día de san Juan de 1980, cuando se inaugura un cine de verano
con una estrella invitada,
Ava Gardner,
y donde asiste el niño de doce años,
Justo
Brightman. Máximo Huerta, si, en efecto, compartió Gobierno con Sánchez ¡una
semana!. En fin, voy a tomarme una copa de anís
Las Cadenas, de finísimo paladar, por ver si pongo mis ideas en
orden y antes de que comiencen las peregrinaciones a Mingorrubio.
A veces, las romerías pueden
terminan en un histérico Gabandal, con caídas
repentinas de espaldas sin sufrir ningún daño y curaciones inexplicables. Hay
que tocar madera.
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