sábado, 5 de octubre de 2019

Un desfile presidido por el rey



El 14 de julio de 2014 recuerdo que en mi post “Obispos, obispas y obispines” hacía referencia a aquel ignorante alcalde de una aldea de Castilla la Vieja donde acudió el obispo de su diócesis en visita pastoral. El alcalde, tras los actos de culto, les ofreció al obispo y a su séquito un refrigerio en el Ayuntamiento. Y entre vaso de vino y croqueta de jamón, el bueno del alcalde, intentando ser cortés con su invitado le hizo la siguiente pregunta: “¿Qué tal se encuentra la señora obispa?”, y a continuación, “¿y los obispines?”. Sin dar tiempo a la respuesta, prosiguió: “Ya estarán hechos unos mozos…”. Ello viene a cuento con la noticia aparecida hoy en La Vanguardia:Los reyes, acompañados del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, presidirán el tradicional desfile militar del Día de la Fiesta Nacional el 12 de octubre, que discurrirá por el Paseo de la Castellana…”. En rigor, la noticia no está bien redactada. Hubiese quedado más correcto decir: “El jefe del Estado, acompañado de su consorte y del presidente del Gobierno en funciones…”. Queda claro que la persona presidirá la parada militar en Madrid es el jefe del Estado. Su consorte sólo le acompaña a ese acto, como sucede con sus hijas, es decir, la heredera dinástica y su hermana, ambas menores de edad. Sobre su consorte, Letizia Ortiz, que yo sepa, nada dice la Constitución Española.  Imagine el lector en tiempos de Franco qué sucedería si aquella domesticada prensa de entonces  hubiese dado esa misma noticia: “Los generalísimos, acompañados del presidente del Gobierno, almirante Luis Carrero Blanco, de los yernísimos, y de altas jerarquías del Movimiento…”. Hubiese sido más correcto informar: “S.E. el jefe del Estado, acompañado de su esposa, doña Carmen Polo de Franco y del presidente del Gobierno, etcétera…”. Porque, ya puestos, me gustaría saber cuántos españoles de entonces, no digo de ahora, que aplaudían al dictador  con ardor guerrero hasta con las orejas, sabían su segundo apellido: Martínez-Valdés. Yo creo que casi nadie. Felipe Polo nunca encontró  bien la boda de su hija con el comandancito. Solía decir que “permitir casar a su hija con un comandante africanista era como permitir que lo hiciera con un torero”. De hecho, se negó a asistir a su boda.  El apellido Valdés sólo traía, si acaso, el recuerdo de un tal José Valdés Guzmán, gobernador civil de Granada tras destituir por la brava a César Torres Martínez, y corresponsable del último paseo de Federico García Lorca. Bueno es asignar a cada persona el valor que representa.

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