El
14 de julio de 2014 recuerdo que en mi post
“Obispos, obispas y obispines” hacía
referencia a aquel ignorante alcalde de una aldea de Castilla la Vieja donde
acudió el obispo de su diócesis en visita pastoral. El alcalde, tras los actos
de culto, les ofreció al obispo y a su séquito un refrigerio en el
Ayuntamiento. Y entre vaso de vino y croqueta de jamón, el bueno del alcalde,
intentando ser cortés con su invitado le hizo la siguiente pregunta: “¿Qué tal
se encuentra la señora obispa?”, y a continuación, “¿y los obispines?”. Sin dar
tiempo a la respuesta, prosiguió: “Ya estarán hechos unos mozos…”. Ello viene a
cuento con la noticia aparecida hoy en La
Vanguardia: “Los reyes,
acompañados del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, presidirán el tradicional desfile militar del Día de la Fiesta Nacional
el 12 de octubre, que discurrirá por el Paseo de la Castellana…”. En rigor, la
noticia no está bien redactada. Hubiese quedado más correcto decir: “El jefe
del Estado, acompañado de su consorte y del presidente del Gobierno en
funciones…”. Queda claro que la persona presidirá la parada militar en Madrid es
el jefe del Estado. Su consorte sólo le acompaña a ese acto, como sucede con
sus hijas, es decir, la heredera dinástica y su hermana, ambas menores de edad.
Sobre su consorte, Letizia Ortiz,
que yo sepa, nada dice la Constitución Española. Imagine el lector en tiempos de Franco qué sucedería si aquella
domesticada prensa de entonces hubiese
dado esa misma noticia: “Los generalísimos, acompañados del presidente del
Gobierno, almirante Luis Carrero Blanco,
de los yernísimos, y de altas jerarquías del Movimiento…”. Hubiese sido más
correcto informar: “S.E. el jefe del Estado, acompañado de su esposa, doña Carmen Polo de Franco y del
presidente del Gobierno, etcétera…”. Porque, ya puestos, me gustaría saber
cuántos españoles de entonces, no digo de ahora, que aplaudían al dictador con ardor guerrero hasta con las orejas, sabían
su segundo apellido: Martínez-Valdés.
Yo creo que casi nadie. Felipe Polo
nunca encontró bien la boda de su hija
con el comandancito. Solía decir que “permitir casar a su hija con un
comandante africanista era como permitir que lo hiciera con un torero”. De
hecho, se negó a asistir a su boda. El
apellido Valdés sólo traía, si
acaso, el recuerdo de un tal José Valdés
Guzmán, gobernador civil de Granada tras destituir por la brava a César Torres Martínez, y corresponsable
del último paseo de Federico García
Lorca. Bueno es asignar a cada persona el valor que representa.
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