jueves, 3 de octubre de 2019

Ah..., ¿pero existió Unamuno?

El empresariado español lo tiene crudo. La recesión, que comenzó en 2008 y que aún colea, le vino de maravilla a muchos patronos, sirvió para que se mantuviesen sus negocios, algunos aplicando una doble contabilidad, a base de bajar salarios hasta la grosería, aumentar las exportaciones compitiendo en precios, y beneficiarse de la bajada del Impuesto de Sociedades gracias a los gobiernos de turno. Para ellos eso fue consecuencia de “la bondad de la democracia”. Por otro lado, la llegada masiva de turistas extranjeros fue causa de que España se convirtiese de la noche a la mañana en un país de charlatanes, camareros y repartidores en bicicleta. Pero el reciente anuncio de aranceles a determinados productos, como el queso, los vinos, el aceite y el porcino desde el próximo día 18 de octubre auspiciados por el Amigo Americano ha sido como un torpedo en la línea de flotación de nuestra enclenque economía. Sólo nos faltaría, ya puestos en lo peor, que se produjeran unos cuantos casos de dengue y malaria en las costas de Levante transmitidos por el mosquito-tigre para que cundiera el pánico y el turismo extranjero buscase la alternativa en otros países del Mediterráneo para sus tiempos de ocio. Un país como el nuestro, donde existen más campanarios de iglesias que chimeneas de fábricas está condenado al fracaso. Hay cosas que son de sentido común. Por si todo ello fuese poco, el cambio climático y las “gotas frías” están arruinando las cosechas y produciendo tremendas avenidas, como hemos podido comprobar en buena parte de Murcia. Todo parece ponerse en contra: la banca española adeuda a los ciudadanos 80.000 millones de euros de un rescate de los que no ha devuelto ni un celemín al ICO; seguimos con un Gobierno en funciones y con los obsoletos presupuestos de Montoro; se debilita el consumo interno, según datos de INE; el crecimiento de la industria manufacturera tiene encefalograma plano; hay un  preocupante repunte de la delincuencia, según las estadísticas de los juzgados; los Pactos de Toledo se encuentran en vía muerta; los pisos en alquiler llevan una deriva al alza imparable; etcétera. Los ciudadanos ya estamos hartos de tanta malafollá, o sea, de pagar impuestos a cambio de promesas incumplidas, de estar en un país donde se plagian tesis doctorales, donde se está perdiendo el respeto a determinadas sentencias del Tribunal Supremo, donde en la Asamblea de Madrid Vox impide aprobar una declaración contra la violencia de género, donde no hay manera de contener la llegada de pateras a nuestras costas, donde persiste una “ley mordaza” que reduce los derechos… Muchos ciudadanos todavía están convencidos de que los males patrios se arreglarán solos, colocando muchas banderas rojigualdas en los balcones de sus casas. ¡Qué torpes! Para rematar la faena, José Manuel Nieves, en el diario ABC, la alegría de la huerta, nos cuenta hoy que la galaxia Andrómeda fagocitará a la Vía Láctea dentro de 4.500 millones de años. Menos mal que dentro de nuestra profunda desgracia, muchos  españoles sabrán de la existencia de Miguel de Unamuno gracias a la última película de Amenábar. Como sentenció Franco a la muerte de Carrero, “no hay mal que por bien no venga”.

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