martes, 8 de febrero de 2022

Mantras

 


Hay periódicos, la mayoría de ellos, cuya labor principal  consiste en informar con  rigor al lector que lo compra; y otros, alguno con cabeceras rescatadas de diarios ya desaparecidos, que tratan de influir en el lector que enciende el ordenador mediante labor de zapa,  cuya información subjetiva trata por todos los medios de crear un “ambiente” negativo en el lector sobre todo lo que llevan a cabo los ministros del Gobierno. Pero eso no es nuevo. Ya se hacía en el siglo XIX con los diarios de “butacón”, donde tanto la derecha monárquica (los Luca de Tena, por ejemplo) como los diarios manejados por la Iglesia Católica, (Marcelo Spínola, Ángel Herrera Oria, Francisco de Luis, etcétera) veían gigantes donde sólo había molinos de viento. Curiosamente, entre 1868 y 1875 aparecieron en España cerca de seiscientos periódicos con tiradas muy cortas, que chocaba en una sociedad con mayoría de analfabetos. Sólo un dato: según una estadística de 1914, circulaban ese año en España 138 publicaciones periódicas de extrema izquierda, entre las cuales había 2 periódicos anarquistas, 26 socialistas, 79 republicanos, 10 federales, 3 republicanos socialistas, 15 radicales y 3 reformistas.  La extrema derecha contaba con 136 publicaciones, entre ellas 89 católicas, 38 tradicionalistas (carlistas) y 9 integristas. Había 79 periódicos definidos como liberales, 52 como conservadores, 16 como regionalistas y 8 como ‘monárquicos no definidos’. Existían además 154 periódicos que se definían en política como “independientes”, aunque de independientes no tuviesen nada. En la revista “Ambitos” (Universidad de Sevilla,  2001, número 8) Rafael Guerrero Moreno señalaba: “Otros efectos de la proclamación de la República fueron poner freno al proceso de concentración de medios iniciado en los años 20 y, sobretodo, y pese a las dificultades económicas, elevar la difusión de la prensa con tiradas importantes que tardarían décadas en superarse. Este hecho resulta muy significativo, porque la República elevó el interés ciudadano por la información –y ya se sabe el dicho de que la información nos hace libres– y eso se tradujo en un desconocido aumento del nivel de lectura. Pero luego llegaría la ausencia de libertad, el oscurantismo franquista, la apatía y el desinterés, cuyos efectos culturales todavía padecemos siendo hoy España el furgón de cola de Europa en cuanto a lectura de prensa”. Cierto. La prensa de papel se ve hoy obligada a hacer ofertas especiales  e incluso regalos a sus lectores en un intento, no sé si vano, de mantener la fidelidad de los pocos que quedan. Digo más: algunos diarios de papel modifican el control de “OJD” (Oficina de Justificación de la Difusión) con  aumentos ficticios en sus tiradas, o colocando gran número de ejemplares en recepciones de hoteles o en diversos medios de transporte público (trenes, aviones, etc.) por mantener viva la llama de los anuncios oficiales. Como bien contaba Ignacio Escolar (El Diario.es, 19/03/20), “durante décadas, los principales medios miraron para otro lado, ignoraron las evidencias y blanquearon la figura del  rey”.  Lo cierto es que hubo miedo a la involución militar tras el 23F. Más tarde, cuando se conocieron los desvaríos notorios de Juan Carlos I, se puso de moda el mantra (instrumento mental) “bajo ninguna circunstancia se puede confundir las instituciones con las personas que las encarnan”; o el otro: “España le debe mucho a la Monarquía en estos 45 años de democracia”; o aquel que dice: “Nadie hereda los pecados de su padre”.  Para entonces el rey impuesto por Franco ya había abdicado; y, como dice la letra de una jota navarra: “Ellos eran cuatro y nosotros ocho, qué palos les dimos, ellos a nosotros…”. Los españoles tenemos lo que nos merecemos por nuestra paleta pusilanimidad y por marcar, como quien se marca un castizo chotis sobre una baldosa, una vergonzosa propensión hacia la pebeyez.

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