viernes, 18 de febrero de 2022

Carramiñana, papeles de calco

 


De la radio salía el sonido de “La niña de Puerta Oscura”, interpretada por Concha Piquer: “Limonar,/ en medio del limonar, limonar/ de conchas y caracolas/ le tengo que hacer a mi Lola/ una casa de coral…”. Carramiñana le daba vueltas con la cuchara al plato de sopa con fideos que le había puesto sobre la mesa doña Rita, la dueña de la Pensión Esteve, mientras él recordaba su paso por  El Plata, función de tarde, donde Mari de Lis interpretaba “Ven, Mimí”, que hacía referencia a una gentil cocotte de moda en París, en un pequeño escenario con plafones y un fondo pintado de palmeras. Carramiñana  -no recuerdo su nombre de pila- se quedó ensimismado mirando a los fideos moverse por el plato, todos en la misma dirección, de izquierda a derecha. Eran como angulas en el interior de un charco en el que no tenían posibilidad de salida. Doña Rita entraba y salía de la cocina tarareando la canción de la radio. La ventana del comedor estaba abierta y se podían escuchar las voces de otros vecinos. Justo en la casa de enfrente había un tipo en camiseta, de espaldas, leyendo la prensa  y escuchando por la radio el “parte” de las diez de la noche: “El representante español en las Naciones Unidas, José Félix de Lequerica, ha pronunciado en la Asamblea general un discurso de fijación de la política española, ante la situación actual del mundo…”. Después de cenar, Carramiñana marchó a su habitación y se quedó un rato mirándose al espejo. Después se sirvió una copa de anís Las Cadenas, sacó de su maleta una novela de Simenón y se puso a leer “El perro canelo” tumbado sobre la cama. Se describía en detalle en aquella novela que en Concarneau había un perro canelo, patilargo y sucio que, curiosamente, siempre aparecía en los lugares donde se cometía un asesinato. Ello constituía una importante pista para el comisario Maigret. Carramiñana solía quedarse fulminado por el sueño sobre el cobertor. Tras desayunar  se marchaba a la calle cartera en mano en la rutinaria tarea de visitar oficinas y notarías en su intento de vender papeles de calco de la marca “Wedgwood” para máquinas de escribir, con sede en La Espluga de Francolí. Carramiñana - puede que se llamara Raimundo- algunas veces hasta lo conseguía.

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