lunes, 21 de febrero de 2022

Implosión interna

 


Georges Simenón, en su novela “El perro canelo” hace referencia a un perro sin amo que un día apareció por Concarneau y que siempre se ponía a la puerta de las casas donde alguien iba a morir en poco tiempo. Hasta que un  día, alguien le pegó un tiro y lo dejó malherido. Apenas podía arrastrarse. Los vecinos no querían acercarse al animal. Algunos mozos le lanzaban piedras y el perro aullaba. Hasta que Maigret ordenó ponerlo sobre una carretilla, trasladarlo al Hotel de l’Almiral y solicitar la intervención de un veterinario. En el entorno de la madrileña calle de Génova también cuentan haber visto un perro callejero y sin amo repuchado en la puerta principal del portal número 13. Haría falta saber, en el supuesto caso de que el portero le permitiese la entrada, a qué planta se dirigiría el animal, si a la planta noble, al primer piso, o se quedaría en el vestíbulo lamiéndose viejas heridas. Tampoco sabemos si Pablo Casado ordenaría a los ujieres que lo echasen a la calle por evitar males mayores. La manifestación de ayer domingo  en la calle y frente a la sede del Partido Popular gritando “¡Casado y Egea, dimisión!”, “¡Todos con Ayuso!” y “¡Oa, oa, oa, Ayuso a La Moncloa!”, no fue precisamente el “¡obí, oba, cada día yo te quiero más!” que cantaba El Príncipe Gitano, o sea, Enrique Castellón Vargas, hermano de La Terremoto, la que cantaba aquello de “Achilipú”. El Príncipe Gitano quiso ser torero, pero su cuerpo sólo aguantó unas pocas becerradas. Debutó el 6 de abril de 1947 en una novillada sin picadores en Zamora y sus dos toros fueron devueltos al corral. Para más inri, el gobernador civil de entonces le multó con 3.000 pesetas. No le mató un toro en la arena sino el coronavirus, el 22 de abril de 2020 a los 88 años. Tanto el maestro, Pablo Casado, como su mozo de espadas Teodoro García Egea, no parece que vayan a van a salir por la Puerta del Príncipe ni por la puerta principal de La Maestranza de Sevilla, que son dos puertas distintas, sino por una portezuela al estilo de la puerta de Bellido Dolfos, en Zamora; es decir, de plaza de toros portátil y sin enfermería en una aldeuca ilocalizable en el mapa. Es lo que tiene la política. Ahora puede suceder que, tras la supuesta dimisión del presidente y del secretario general, se cree una gestora, como dice Bieito Rubido, presidida “por alguien con ambiciones refrenadas” hasta el inevitable congreso extraordinario. También sostiene ese periodista gallego que “enrocarse sería un error y esperar a que la Fiscalía actué, otro”. Lo importante ahora es sabér el rumbo que tomará el perro canelo y en la puerta de qué despacho a punto de implosión al estilo del submarino ARA San Juan se tumbará. El culebrón está servido.

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