sábado, 12 de febrero de 2022

¡Que le quiten lo "bailao"!

 


Este es un país que no levanta cabeza. Mucho se habla de la Constitución, de los tres poderes del Estado y de la importancia que tiene, al menos para ellos, la Monarquía, pero nunca se habla de la inflación desbocada, de la parálisis del tejido productivo; del precio de la vivienda y de los alquileres; del desastre progresivo en Educación y Sanidad; de la usura bancaria permitida por el desprestigiado Banco de España; de la posible inconstitucionalidad de las inmatriculaciones llevadas a cabo por la Iglesia Católica (muchas de ellas de dominio público); del oscurantismo todavía presente sobre el intento fallido de golpe de Estado 23F; de los palos de ciego que el Gobierno dio y sigue dando sobre la persistente pandemia de coronavirus; de la ocultación de muertes, sobre todo en residencias de ancianos derivadas de esa pandemia; de la duplicación de impuestos que en muchos casos se produce en las diversas administraciones del Estado; de plegarse cobardemente ante los abusos de las compañías eléctricas; de no saber cómo poner coto a las puertas giratorias de ministros cesantes; de no ser capaz las Cámaras de poder controlar el gasto de la Casa Real (algo que no sucede en Reino Unido); de no desear aplicar la inflación real a los pensionistas; del bajo control de las tribus urbanas y la delincuencia callejera; de tener atascada la Judicatura; de no hacer mención jamás de la dictadura que se ejerce en los Paises Árabes; etcétera. Sería demasiado largo ese etcétera, pero a ninguno nuestros gobernantes se le cae la cara de vergüenza. Para que se les pueda caer la cara de vergüenza antes habría que tenerla. El presidente Sánchez, que nos toma por idiotas, ve las cosas “bajo su punto de vista”. Y todavía no se ha enterado ese gobernante que bajo un punto de vista no se ve nada. Diferente sería que viese los problemas de España “desde su punto de vista”. Ambas, “bajo” y “desde”, son proposiciones propias, pero distintas en la percepción y enfoque de las cosas. El punto de vista hace referencia al lugar desde el cual alguien observa una situación en perspectiva. Ahora hemos sabido que Sánchez, ese advenedizo en la gestión pública,  viajó a la Expo de Emiratos Árabes Unidos con 45 personas (entre ellas su mujer, dos ministros, trece empresarios, cuatro encargados de protocolo, nueve periodistas, tres sanitarios,  un cámara y un fotógrafo), catorce escoltas y  nueve asesores. Pero eso no fue lo malo. Lo peor es que regresó a España sin acuerdos comerciales concretos, al menos que se hayan hecho públicos. Nunca se tuvo tanto deseo de arruinar a los ciudadanos a costa de un Estado. Porque esas excursiones de 48 horas de aquí para allá, al menos que a mí me conste, corren por cuenta del contribuyente. Las reclamaciones, por decirlo en argot cuartelero, al maestro armero, que fue un cargo creado en 1703 por Felipe V cuando se cambió la pica por el mosquete. Un cargo, digo, que hoy no sabemos quién lo ostenta en el gobierno que cocinaron al alimón Pedro Sánchez (que ha llegado a tal grado de desfachatez que se atreve a decir un día lo contrario del anterior sin ruborizarse lo más mínimo)
 y Pablo Iglesias, pero que todavía no han sabido dar en el chiste de solucionar el actual negro panorama. Pedro Sánchez no ha sido capaz de mejorar un solo aspecto de los muchos que componen el bienestar de un país. ¿La reforma laboral, dice usted? Breves retoques. Como en la fábula de Esopo, eso ha sido el parto de los montes: “Parturient montes, nascetur ridiculus mus”.

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