martes, 1 de febrero de 2022

Cortejo de ciegos

 


Lo de Ibercaja Banco es lo más parecido a esos toreros miedosos  que observan cómo sale el toro bufando y dando varias vueltas al ruedo elevando las astas, que hacen amagos de salir con el capote para darle unos pases, pero que en el último momento se achican y esperan a que el nervioso morlaco se canse. Llegado el momento, mandan al sobresaliente que lo temple mientras el maestro observa qué cuerno es el que tiene mayor dificultad. Ibercaja Banco, es el banco del  eslogan “vamos” que ni va ni viene. ¿Cuántas veces nos han contado que iban a salir a Bolsa? Yo ya he perdido la cuenta. Ahora, cuando parecía que iba a tener un arranque de valentía, se vuelve a achicar y pospone su salida, justificando esa decisión “ante la alta volatilidad en los mercados de capitales” por el problema de Ucrania. Y luego será por otra cosa. Eso de la “alta volatilidad de los capitales” es  como  decir que no se puede torear en una plaza de toros sin enfermería, sin banda de música dirigida por el maestro Tejera y sin Puerta del Príncipe, donde no hay quirófano y donde no están las manos expertas de Ramón Vila, ni de Enrique Crespo, ni de Carlos Val-Carreres, para taponar hemorragias que brotan de los atanores del cuerpo, o para que puedan coserle las tripas con aguja colchonera si fuese menester. Un  día le preguntó Antonio Lorca, en una entrevista para  El País, a Ramón Vila:”Oiga, doctor, ¿una cornada es como una puñalada?”. Y aquel médico, que conocía el "Manual del baratero", le contestó: “En absoluto. Un cuchillo es un objeto rígido que entra, rompe y sale. El toro hiere de abajo a arriba. Primero, te levanta del suelo, el cuerpo gira a través del centro de gravedad, que está al nivel de la cuarta o quinta vértebra lumbar, y, con el pitón dentro, da la vuelta y produce trayectorias distintas. El toro es el único animal que hiere de esa forma”. Lo de Ibercaja Banco es puro toreo de salón, donde su Consejo de Administración parece que se mirara en los espejos deformados de la calle del Gato. Y sus sucursales desparramadas se me antojan barracas de feria, donde se exprime como si fueran limones a los sufridos clientes que acuden para depositar o sacar dinero, o para resolver sus cuitas financieras. “Para sacar dinero - te dice un  repeinado gordinflón de la sección de Cartera, o un relamido auxilar de Caja- espere en la fila de la calle y hágalo cuando se quede libre la máquina de la entrada; si es para pedir un préstamo sin las necesarias garantías, venga usted al año que viene, o mejor dentro de un lustro. Le prestaremos el paraguas cuando no esté de llover y se lo reclamaremos cuando diluvie”. A  los responsables de Ibercaja Banco les diría que probasen suerte, que pisaran con garbo el albero del Mercado de Valores de la madrileña Plaza de la Lealtad y que recetasen unas revoleras al toro que les caiga en suerte con hechuras de torero antiguo. El “vamos” del eslogan de Ibercaja Banco se demuestra andando, templando y mandando sobre un toro que nunca se santigua cuando sale de chiqueros. Pero a los pusilánimes responsables de Ibercaja Banco parece que le va más el género drámático de la escuela rondeña que el género lírico de la escuela sevillana. Les atemoriza la alta volatilidad de los mercados de capitales (como si eso fuera algo novedoso) y tocan madera cada vez que amagan con salir al parqué. Esos pusilánimes ejecutivos, digo, actúan como un cortejo de ciegos intentando cruzar una autopista. Lo de esa entidad bancaria está siendo ya lo más parecido a un sainete costumbrista.

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