martes, 16 de agosto de 2022

La "tetera de Russell"

 


Como es sabido, el papa Pío XII, declaró el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen en cuerpo y alma al Cielo el día 1 de noviembre de 1950 en su bula Munificentissimus Deus”. Los dogmas, en lo referente a la Iglesia Católica, son un conjunto fundamental de creencias que se convierten en actos de fe indiscutibles para los fieles, hasta el punto de que, una vez proclamados solemnemente mediante la correspondiente bula papal, no pueden ser derogados o negados, ni por el romano pontífice ni por decisión conciliar. Hubo un anterior dogma, el de la Inmaculada Concepción de María, proclamado el 8 de diciembre de 1854 por Pío IX en la bula “Ineffabilis Deus”, donde se sostiene que la Virgen nació libre del pecado original. No debe  confundirse ese dogma con la doctrina del nacimiento virginal de Jesús, que sostiene que fue concebido sin intervención de varón y que la Virgen permaneció sin desgarro de himen antes, durante y después del parto. La asunción mariana es un misterio teológico de difícil entendimiento para los no creyentes, reflejado en óleos de prestigiosos artistas. Todo ello no se entendería hasta que el Concilio Vaticano I declaró en el Dogma “Pastor Aeternus”  la infalibilidad papal el 18 de julio de 1870. Es una de las ocho fiestas religiosas que se celebran en toda España a exigencias de la Iglesia Católica y en cumplimiento del artículo III del Acuerdo con la Santa Sede de 3 de enero de 1970, algo que parece inaudito hoy en un Estado aconfesional. La diferencia entre “ascensión” y “asunción” es una cuestión de matices, aunque ambos sean dogmas de fe. En la “asunción”, la Virgen fue “elevada”, es decir, que no llegó al Cielo por sí misma sino con la ayuda de los ángeles y sin sufrir la podredumbre del cuerpo, algo que no se tiene en cuenta en el Protestantismo. La “ascensión”  fue una consecuencia de la “descensión”  de años antes en Belén, el día de su nacimiento. Hay otros ejemplos en el Antiguo Testamento, como fue el caso de Enoc, Moisés y Elías, que subieron al Cielo antes de sus respectivas muertes para que, más tarde, cuando llegue el momento del chirriar de dientes, sean testigos del Apocalipsis, cuando suenen las trompetas de Jericó, según la mentalidad judía. En la “ascensión”, para los cristianos, Jesús entró en el Cielo por su propia voluntad y poder. Vamos, un lío imposible de entender para agnósticos y dogmatófagos. Si mañana el papa Francisco dijera mediante una bula que los burros vuelan, ¿deberíamos creerlo? La fe, la lógica y el sentido común son cosas diferentes. La lógica siempre es implacable. Es una ciencia formal que estudia la estructura o formas del pensamiento humano (como proposiciones, conceptos y razonamientos) para establecer leyes y principios válidos para obtener criterios de verdad; el sentido común es la capacidad para valorar situaciones de la vida cotidiana y tomar decisiones acertadas; y los dogmas, (como la fe, esa virtud teologal) pueden argumentarse en seminarios, púlpitos y homilías, pero nunca probarse. Se acepta por la fe, que es una manera de rendirte ante la impotencia y decirle al predicador: “Vale, lo que tú digas”. Es como lo de la “tetera de Russell”. Terminas aceptando que existe una tetera microscópica orbitando en el espacio al no tener forma de demostrar mediante el telescopio "Hubble" que eso no es cierto.

No hay comentarios: