jueves, 18 de agosto de 2022

Pretender "inventar" tradiciones

 


No pasa día sin que la prensa aragonesa me sorprenda. En Heraldo de Aragón leo dos noticias que me han dejado sorprendido. Una de ellas es la presentación a la Pilarica, que llevaba en su manto el escudo del equipo del Real Zaragoza, encabezado por el nuevo presidente del club, Jorge Mas, los consejeros al completo y el equipo técnico. Eso de presentarse en el camarín mariano es un acto piadoso, pero si los once jugadores no dan la talla en la liga, que está por ver, será difícil el ascenso a Primera División. De momento, lo único bueno es que ya han saldado las deudas del club con la Agencia Tributaria. Pero la visita a la basílica es, por decirlo de alguna manera, como si posesionase en andas  la talla de un santo por las calles del pueblo para implorarle lluvia. Es un acto piadoso aunque carente de sentido. Si está de llover, lloverá; si está de continuar la pertinaz sequía, no hay “tío, pásame el río”, o no hay attutíyya o atutía (óxido de cinc) en voz árabe (que no “tu tía”), aquel ungüento a base de mezcla de cinc  que se quedaba pegado en la parte interior de las chimeneas donde se fabrica latón, junto a otras sales metálicas incluido el venenoso cardenillo y el incienso,  y que se utilizaba como remedio para todos los males de la vista. ¿Funcionaba? Lo dudo. La otra noticia queda reducida al ámbito culinario. ¿De dónde se ha sacado ese diario aragonés que el día del Pilar se impone comer en las casas huevo poché, ternasco asado y melocotón con vino? Anima al lector a que vaya ensayando en sus cocinas esos platos dos meses antes de la fecha. Lo que debería saber Alejandro Toquero, autor del trabajo, es, en primer lugar, que los niños no deben tomar melocotón con vino. En segundo, que uno en su casa come lo que le viene en gana y cuando le apetece, de la misma manera que no es obligatorio tomar el “lanzón” el día de san Jorge, ni la “tética” el día de santa Águeda, ni un ridículo “cinco” abizcochado el día de la “cincomarzada”, ni el "mantón" el 12 de octubre, etcétera. Todos esos dulces, y alguno más, fueron inventos de un pastelero, Francisco Bentué, que no tuvo en su día otro pito que tocar y que pretendió hacer “típico” lo que era recién ideado por él. Ese pastelero aspiró en su día a la Alcaldía de Zaragoza por el PAR y el  22 de febrero de 2010  pronunció su discurso de ingreso en la Academia Aragonesa de Gastronomía con el tema “La Confitería – Pastelería en general y las desaparecidas zaragozanas”, siendo respondido por el abogado Víctor Guelbenzu Morte, fallecido el 11 de octubre de 2016  entonces presidente de esa  Academia. Le sustituyó en la presidencia el economista y empresario aceitero Ángel Luis González Vera. Aquel discurso de ingreso de Bentué, cuyo cuadernillo he leído en su totalidad, fue posteriormente publicado por la Institución Fernando el Católico, de la DPZ. Pero no quiero terminar sin aludir al huevo poché (escalfado en agua). Se hierve el agua (sin borbotones)  al que se le ha añadido un chorrito de vinagre. Se deja caer el huevo ya cascado (clara y yema) en el centro del remolino durante 3 o 4 minutos. Se retira con una rasera. También se puede colocar sobre un colador o sobre un cazo. Es el típico huevo escalfado que se pone con salsa holandesa y una loncha de jamón de York extra y sin almidón ni glucosas ni proteínas añadidas (que a cualquier cosa le llaman mantón de Manila, ya que existen fraudes alimentarios) sobre un panecillo tierno muffin inglés en los llamados huevos Benedictine. Por cierto, el huevo escalfado en agua no a todo el mundo le entusiasma. Yo el huevo lo prefiero escalfado sobre un lecho de salsa de tomate con finos taquitos de jamón, alguna rodaja de buen chorizo, unos guisantes y alguna tira de pimiento morrón, es decir, huevos a la flamenca. Pero, para comer ese delicioso y sencillo manjar, o el menú que propone Toquero, no hace falta la coincidencia con la fecha del Descubrimiento de América. Pretender inventar tradiciones es propio de paletos.

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