Un esqueleto dipsómano
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En ocasiones, la cosa más simple da prestigio
a un bar o a un restaurante. Recuerdo aquellas “cigalas de la huerta” de Casa
Pascualillo, en Zaragoza, consistentes en ajetes tiernos del valle del
Jalón pasados por la plancha para ser comidos calientes. Fue un restaurante
famoso, fundado por Pascual Álvarez
Pascual y Bruna Enrique en 1939
en el corazón del Tubo (Libertad, 5). La pandemia de coronavirus terminó con el
floreciente negocio en noviembre de 2020, según contaba Guillermo Vela, marino mercante, nieto del fundador y último responsable
de aquel entrañable negocio de hostelería. En 2002 había hecho una gran reforma
en su establecimiento, logrando un sitio más espacioso con servicio de bar, dos
amplios comedores, y en la planta sótano una sala de exposiciones. Por allí
pasaron muchos actores y actrices cuando actuaban en el Teatro Principal e infinidad de personas distinguidas en todos los
ámbitos de la Cultura. Confío en su pronta reapertura. Guillermo Vela, además
de excelente hostelero es una buena persona. En el mundo de la gastronomía,
además de las “cigalas de la huerta”,
existen los llamados “pajaritos de la
huerta”, que es como se llaman en Cádiz a unos pimientos verdes y delgados
de temporada, pasados por la sartén y cuyo tratamiento en la cocina solo
requiere de darles un corte en la punta y freírlos con algo de sal. Pero existen
otros “pajaritos de la huerta” sobre
los que ya escribí el 23 de diciembre de 2016 bajo el título “Cigalas y pajaritos de la huerta”. Decía entonces, y repito ahora, que son
fáciles de preparar. Se
requieren los siguientes ingredientes: cebolleta tierna, sal de agua marina,
azúcar, levadura y salsa romesco. Para su elaboración, a la cebolleta hay que
dejarle un poco de rabillo.. Se parte en
cuatro trozos iguales y se deja a remojo dos horas para que se abran las capas.
Mientras, se prepara una masa de tempura con 300 gramos de harina, doble de
agua, una cucharada de sal, una cucharada de azúcar y otra de levadura en
polvo. Después de rebozar las láminas de cebolleta en la tempura, se freirán
con aceite muy caliente, a ser posible de girasol. Una vez doradas, se les
añade la salsa romesco y se sirven. Para la salsa romesco se necesita disponer de tomates, ajos, pimientos rojos
secos y picudos de Romesco (en su defecto sirven las redondeadas ñoras), pan
frito en rebanadas, almendras, guindillas, avellanas tostadas, ajo y un aliño
tradicional de vinagre y aceite al punto de sal. Lo primero en hacer será poner
en una bandeja los tomates, las cabezas de ajo, las ñoras y las guindillas,
todo ello aliñado con aceite de oliva. Se pondrá al horno a 200 grados durante
10 minutos. Pasado ese tiempo se retirarán las ñoras (o los pimientos picudos de Romesco), y la guindilla. Los
tomates y los ajos se dejarán al horno otros
25 minutos. Más tarde, se pelarán los tomates y los ajos y se dejarán dispuestos
para ser batidos junto al pan que habremos frito en la sartén, junto a las
ñoras peladas, las guindillas, las almendras y las avellanas. Tras echar sal,
vinagre y algo de aceite y se pasa todo ello por la batidora para la
correspondiente molturación (por decirlo en términos remolacheros usados en los
ingenios del azúcar). Después, se coloca
el moje en una salsera, dispuesto para ser derramado sobre los “pajaritos de la huerta” con la ayuda de
un cacillo. En aquel mismo artículo (el de 2016) yo señalaba que Guillermo Vela presumía
de tener un dibujo que le hizo Juan Luis
Buñuel, hijo del cineasta, el día que entró en Casa Pascualillo acompañado de Ian
Gibson, donde aparece un esqueleto sirviéndose un dry Martíni y su particular receta: una gota de angostura, media
cucharada de vermú Noilly Prat, una y media
de ginebra catalana, mucho hielo muy duro, dos cebolletas y un aceituna. Recuerdo haber leído en el diario ABC hace ya tiempo que "la aceituna final, bañada en el fuego de la ginebra, tiene el sabor insensato del optimismo". No sé.
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