viernes, 12 de agosto de 2022

Puzles y rompecabezas

 


Recuerdo haber recibido algún rompecabezas de niño, por mi santo o el día de Reyes. Eran unos cubos que había que poner en su sitio de acuerdo con unas láminas adjuntas. Los más baratos eran de cartón, pero recuerdo haber tenido un rompecabezas que perteneció a mi madre. Era de madera y se perdió en un traslado. En una de las caras de aquel cubo se representaba a un marinero con gorra donde ponía “España”, el acorazado de la Armada botado en 1913 y de trágico final en la bahía de Santander el 30 de abril de 1937 al hundirse de popa. Lo reventó una mina durante un choque. Hubo cinco muertos y el resto de la tripulación fue puesta a salvo por el destructor “Velasco”. Hasta 1931 se había llamado “Alfonso XIII” y fue rebautizado durante la Segunda República. El 1 de mayo, el diario “El Cantábrico” ponía en portada: “Triste final a un barco traidor a su Patria. La gloriosa Aviación republicana bombardea, con precisión, al acorazado rebelde ‘España’”. Como pudo comprobarse más tarde, la noticia no era correcta. Durante la ofensiva del Norte, en 1937, los barcos en poder de los rebeldes bombardearon sin piedad a diversas ciudades cántabras, entre ellas Santander. Frente a aquella incesante descarga de artillería, la República solo contaba para defensa del litoral el destructor “José Luis Díaz”, al que con ironía llamaban en Bilbao “Pepe el del puerto”, por las pocas veces que aparecía a la vista de cántabros y vascos. Por aquellos días, el crucero “Almirante Cervera”, que minaba puertos y cañoneaba ciudades como Santander o Gijón, fue motejado como “El Chulo del Cantábrico”. Pero la ciudadanía no había perdido su punto irónico ante tanta tragedia. Tanto es así que hubo un alcalde en Santander entre los años 1936 y 1937  (tras deponer al predecesor, Elofredo García), de nombre Ernesto del Castillo Bordenabe, que se dedicó durante su mandato a demoler gran parte de la ciudad para, según él, “reordenarla”. Con razón le apodaron los santanderinos como “Cerveruca”. Pero mi idea inicial no era escribir sobre el acorazado “España”, sino sobre los viejos rompecabezas, y sobre la tristeza que me produjo la pérdida del que había sido de mi madre. Un traslado es como un incendio. ¡Qué le vamos a hacer! Hoy existen puzles de 2.000 piezas o más. Algunos tipos tardan mucho tiempo en ensamblar todas sus piezas. Cuando lo consiguen, corren a una tienda para que se lo enmarquen. Hasta que un día entras en casa de ese hortera que se cree autor de la catedral de Segovia y contemplas en la pared del cuarto de estar un gran marco con el puzle dentro; es decir, un paisaje suizo con prados muy verdes y vaquiñas mansas, o de Batman con el pie sobre un dragón. Un horror.

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