Los premios
literarios siempre me parecieron sospechosos. Hasta dudo que el primer premio
del “Teruel” de relatos que me
otorgaron hace ya bastantes años me lo mereciese. Recuerdo que lo escribí con
la mejor intención, pero aseguraría sin riesgo de equivocarme que en aquella
convocatoria concreta hubo relatos de mejor calidad que el mío. ¿Por qué razón
fui premiado? Posiblemente fue porque por aquellos días era articulista diario
de ABC en las páginas de Aragón. Lo
de las plicas tampoco termina de convencerme. Mi duda está en si los premios
literarios necesitan tener siempre un ganador, o en ocasiones solo merecen un
modesto accésit por carecer de la calidad necesaria a criterio del jurado, o se
le invita a alguien a que escriba una novela un año antes de concederse el premio
dando por hecho de que va a ser para él. Recuerdo que en cierta ocasión me
presenté a un concurso literario patrocinado por el Ayuntamiento de Zaragoza.
Aquel año no hubo ganadores a criterio del jurado, solo dos accésits: uno para José Miguel Martínez Urtasun y otro para mí. Y ahí quedó la cosa. Pero
si existe el “tongo” en el boxeo, ¿por qué no puede existir fraude en los
premios literarios? Llegados a este punto, es triste reconocer que el resto de
los trabajos presentados a un concurso, el que sea, significa que los
escritores que se presentan solo son “sparrings”
en un cuadrilátero donde éstos son conocedores de antemano que caerán al
suelo en el primer asalto. Y sin embargo concurren aún a sabiendas de que la
suerte está echada y que, cuando se presentan a concurso, están en un punto de
no retorno. ¿Acaso los escritores son masoquistas? Hoy, en El Correo de Andalucía, Gabriel
Ramírez mete el dedo en la llaga. Escribe: “Ya hace muchos años un escritor veterano,
de esos que se han hinchado a vender libros y a ganar premios literarios, me
dijo que no me presentara a ningún premio sin tener claro que lo iba a ganar.
Eso no se puede saber, tener claro estas cosas parece imposible, le dije.
Siempre se sabe con un año de antelación, contestó”. (…) “Ayer, han anunciado
quién era la ganadora del Premio Planeta
de Novela de este año. Editorial
Planeta le encargó una novela a Sonsoles
Ónega (ya se pueden poner como se pongan, ya pueden negar esto una y mil
veces, ya pueden patalear de rabia... esta es la verdad), Sónsoles Ónega es una
estrella de Atresmedia que pertenece
al Grupo Planeta y estos han otorgado
el Premio Planeta a la señora Ónega.
Yo me lo guiso y yo me lo como”. En fin, será necesario leer la novela
para poder juzgarla y más tarde, si acaso, escribir una crítica. Pero sigo sin
fiarme. Aclaro que la “merienda de negros”
era una expresión del siglo XIX que nada tenía que ver con la antropofagia, sino
con ciertas reuniones africanas donde primaba el bullicio hasta que todo se
desbarataba después de haber ingerido mucho alcohol. No está en mi ánimo ser
racista, o sea.
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